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Actualizado: 3 de julio de 2025
Las despedidas cara a cara no son buenas para romper. Haré lo que tú quieras, lo que tú me mandes, niñita de mi alma, monísima... más salada que el terrón de los mares. iv A la siguiente mañana, Jacinta se levantó muy gozosa, con los espíritus avispados, y muchas ganitas de hablar y de reír sin motivo aparente. Barbarita, que entró de la calle a las diez, le dijo: «¡Qué retozona estás hoy!... Oye.
Al sentir la molestia del vestir volviole el mal humor, y trajéronle un espejo para que se mirara, a ver si el amor propio y la presunción acallaban su displicencia. «Ahora, a cenar... ¿Tienes ganita?». El Pituso abría una boca descomunal y daba unos bostezos que eran la medida aproximada de su gana de comer. «Ay, ¡qué ganitas tiene el niño! Verás... Vas a comer cosas ricas...».
Empezó a comer con apetito la sopa fría, echando miradas indagatorias e inquietas a su señora tía, que evitaba el mirarle... por no romper... «Debo contenerme pensaba ella , hasta que coma... Y parece que tiene ganitas...». A ratos el joven daba hondos suspiros mirando a su tía, cual si deseara tener una explicación con ella.
¡Jacinta! ¿Qué me cuentas?... Estas cosas no son para bromas dijo Santa Cruz con tal alborozo, que su mujer tuvo que meterle en cintura. Eh, formalidad. Si te destapas me callo. Tú bromeas... Pues si fuera eso verdad, no lo habrías cantado poco... ¡con las ganitas que tú tienes! Ya se lo habrías dicho hasta a los sordos. Pero di, ¿y mamá lo sabe? No, no lo sabe nadie todavía.
Palabra del Dia
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