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Actualizado: 26 de junio de 2025
Pausados, desfilan, entre el crepitar eclosionante de la madrugada, los «nocheros» de plaza, cuyos jamelgos balancean la cabeza en oscilaciones que parecen exteriorizar ideas de infinitas y melancólicas nostalgias.
Petra, sin atreverse a sentarse y sin querer dejar el puesto, miró al suelo ruborosa, hizo movimientos felinos, y se puso a retorcer una punta del delantal.... ¿Cansado? ¡bah! se atrevió a decir un mozo como usted.... La gaita y el tambor llenaban las bóvedas verdes con sus chorretadas, alegres ahora, luego melancólicas, cargadas siempre de ideales perfumes campestres, de recuerdos amables.
Bajo el cielo, resignadas, reposan las aguas melancólicas. Las torres y las sombras se confunden de tal modo que todo parece suspendido en el aire, mientras que desde una torre orgullosa, la Muerte como un espectro gigante, contempla la ciudad que yace a sus pies.
No obstante su atareado vivir, la encajera gastaba humor apacible e inalterable y poseía la dulzura de las personas melancólicas, una benevolencia claustral.
Siempre lo mismo: ojeadas sentimentales, palabras melancólicas alternadas con burlas frías y mordientes para los que pasaban junto a ellos. Si él manifestaba deseos de alejarse, una mirada maliciosa que equivalía a una promesa y ciertas palabras de doble sentido le mantenían inmóvil.
Y gustan de esta solitaria plazoleta, que tiene un aroma antiguo de lágrimas enjugadas, de flores secas y de dolores resignados, donde hay un arbolillo triste y torcido y un balcón con flores, y en donde en la hora dulce del crepúsculo suena acaso un piano tocado por una bella y desconocida mujer, de lentas y melancólicas melodías, a las que las almas en ruinas de los fracasados ponen tal vez la letra de su íntimo dolor.
Los médicos que asistían á las señoras melancólicas declaraban la existencia de una enfermedad nueva y temible: «la enfermedad de París». Doña Luisa apoyaba á su hija. ¿Por qué no había de vivir ella en Europa, lo mismo que su hermana, siendo como era más rica? Hasta Julio declaró gravemente que en el viejo mundo estudiaría con mayor aprovechamiento. América no es tierra de sabios.
Todos estaban borrachos; pero su embriaguez era dulce, sosegada y triste, sin otra manifestación que el suspiro y el canto, lanzándose varios a un mismo tiempo a entonar canciones melancólicas que hablaban de presidios, de muertes y de la pobre mare, eterna musa del canto popular de Andalucía.
Junto a mí, una mujer joven y casi guapa, con la garganta y las piernas desnudas, con grandes brazaletes de hierro en las muñecas y en los tobillos, canta un aire exótico, de tres notas melancólicas y nasales. Mientras canta, da de mamar a un niño pequeño completamente desnudo, de color broncíneo rojo, y con el brazo que le queda libre, machaca cebada en un mortero de piedra.
¡Aquí lo tienes, toma!... te lo entrego: es este corazón ya moribundo, que se agita entre océanos de fuego, y que latiendo temeroso y ciego, te vió y te amó con un amor profundo... Es este corazón de fibras rotas, anémico y enfermo, siempre triste... donde circulan de la hiel las gotas y vibran melancólicas las notas de un mal tenaz que en maltratar insiste.
Palabra del Dia
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