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Actualizado: 26 de mayo de 2025


En estas imaginaciones acaso comencé a entonar, como solía, las letrillas melancólicas de los cantores del Cairo y de Córdoba, a punto de pasar frontero al palacio de Generalif.

Las oyentes la escuchaban con expresiones contradictorias. Unas creían realizable su ilusión. Otras, fatalistas y melancólicas, torcían el gesto. Sabían lo que podía alcanzarse en aquella tierra. Vivir nada más... y gracias. Al principio, una gloria rápida, y luego, la miseria: una miseria peor que la de Europa. ¡Cincuenta mil francos! dijo Berta . No es mucho.

Aunque nada tenía de poeta, era a aquel balcón donde el conde iba a menudo a soñar con su amiga. En el recogimiento de la hora crepuscular, que confunde el paisaje en tintas imprecisas y dulces tan en armonía con las impresiones melancólicas, Raúl evocaba el recuerdo turbador de sus místicos esponsales, como ella en su estrecha oficina.

ES una de esas plazoletas melancólicas de un barrio solitario, rodeada de bancos de piedra, que tienen un ambiente provincial, y sobre la cual caen de vez en vez las lentas campanadas de las vísperas, con un clamoreo ensoñador y místico.

En todas direcciones veíamos riberas bajas y de tintas melancólicas, rara vez dominadas por colinas de alguna consideracion, literalmente cubiertas de viñedos, y salpicadas de una multitud de pequeñas ó regulares poblaciones.

Aquel panorama inmenso tiene todas las condiciones que constituyen la hermosura compleja, todos los contrastes posibles en la naturaleza europea: la grandeza y la pequeñez, la majestad imponente y el encanto, la fuerza y la suavidad, la luz esplendorosa y las sombras profundas, los colores alegres y las tintas melancólicas, la tristeza del invierno eterno de los hielos y el brillo de la vegetacion del verano, las maravillas de la mano de Dios y las pruebas del genio y la actividad del Hombre.... La Suiza entera parece desarrollar todas sus galas y todos sus horrores naturales en ese cuadro compuesto de millares de paisajes.

Era Schubert, con sus melancólicas romanzas, el músico preferido; la dominaba en aquella soledad el encanto de la música triste. Su alma pasional y tumultuosa parecía desmayarse, enervada por el perfume de los naranjos.

¡Tu presente es negro, cual las alas del panique de la noche! ¡Tu existencia triste, cual tristes son esas melancólicas flores que crecen en todos los cementerios de la India! ¡Ha tiempo eres esclava! ¡Ha tiempo fuiste llevada al mostrador de la usura y quedaste empeñada!

Para que el lector, que aún no conoce la infinita bondad de este carácter, no estrañe la franqueza leal y la sublime indiscreción de la pobre Clara, añadiremos que durante años enteros esta desgraciada no veía más persona que don Elías, Pascuala, y á veces, muy de tarde en tarde, las tres melancólicas efigies de las señoras de Porreño. Su vida era un silencio prolongado y un hastío lento.

El árbol del Banajao pierde su lozanía, la hoja aminora su brillo y el cielo se cubre de fantásticos nubarrones que velozmente recorren su bóveda á impulsos de los fuertes Noroestes. En una de esas tardes melancólicas en que todo lo que nos rodea se impregna de sentimiento y amor, se encontraba Hasay, cabe la murmurante corriente que se desliza bajo el puente.

Palabra del Dia

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