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Actualizado: 12 de julio de 2025
¡Pero qué chistosísimo es ese amigo de usted! exclamó Elena con una entonación irónica que hirió a Tristán. No hay nadie que deje de reconocerlo respondió friamente. Tampoco yo lo dudo, pero es lástima que ese talento no lo emplee en la pintura, de la cual hace ya tiempo al parecer que anda divorciado. Núñez ha obtenido la primera medalla y su cuadro está colgado en el Museo.
Coloráronse súbitamente las mejillas de Margarita, y un súbito temblor acometió a Cervantes, que en los ojos de Margarita vio algo que, yendo más allá de lo humano, divino parecía, y que le atraía con una no conocida fuerza, y de tal manera, que el uno dio en los brazos del otro, y sus labios se unieron, y ella, desfallecida sobre el hombro de Cervantes, reclinó su hermosa cabeza, y suspirando le dijo: Mi esposo sois, que ya de ello con vuestros labios y con vuestro abrazo me habéis dado testimonio; y ved lo que hacéis, señor mío, de mi alma, que aquí de celos fallezco y de espanto me muero; que de vos doña Guiomar está enamorada, y duendes hay en esta casa, y yo no tengo como ella medalla de la Inquisición que de los duendes me defienda.
Apresurose la hermosa indiana a sacarse la medalla del pecho y su cordón por la cabeza, y dándosela al familiar, le dijo: Tomad, que más valiera que no vinierais nunca, si tal había de costaros el haber venido y en tal cuidado había de poneros.
Conque así, señora, cumplido ya lo de la reprensión y el advertimiento, que bien a mi pesar os he hecho, la medalla dadme, y con ella la licencia de que vuestras manos bese, y a cumplir la penitencia que se me ha impuesto vaya. Dijo todo esto el familiar con voz desfallecida y con ansias, y de tal manera, que para no perder algunas palabras, doña Guiomar tuvo que aguzar el oído.
Uno de ellos, viejo escultor cargado de laureles, le dijo un día contemplándole con admiración: ¡Qué joven ha subido usted al pináculo de la gloria! Yo no he ganado primera medalla hasta los treinta y seis años de edad y usted la consigue a los veinticinco. Aún no la he ganado, señor se apresuró a decir el joven, avergonzado. ¡Bah, bah! exclamó el gran escultor haciendo un gesto de indiferencia.
En su lugar tropezaron mis ojos con un anciano, vestido de negro, que llevaba colgada al cuello una medalla de plata; a su lado marchaba un hombre con una campanilla en la mano y un cajoncito verde en el cual la mayoría de los transeúntes iban depositando algunas monedas.
Pero como este centro comercial y fabril tiene muchos libros escritos, muchas y memorables jornadas políticas, muchas y gigantescas revelaciones sociales: como la existencia de todos los pueblos se reasume en dos grandes soluciones: lo que se escribe y lo que se obra, lo que se recuerda y lo que se siente; encuentro desnivel entre el Paris de tanta medalla y el Paris de tanto recuerdo; entre la solucion de la historia y la solucion de la presente sociedad.
Vínosela otra vez a las mientes a la bella viuda, que aquel en quien había creído ver a la dichosa persona que la enamoraba, no había sido un hombre, sino un duende, que había tomado aquella apariencia para burlarla y atormentarla, y que, a causa de llevar ella la milagrosa medalla del Santo Oficio, el duende había huido; pero oyó a punto uno como resuello recio de persona que duerme, que allá de lo hondo del oscuro cuarto salía, cosa que doña Guiomar sintió más que si en efecto su enamorado se hubiese tornado en humo y desaparecido; porque quien de tal y tan sosegada y profunda manera se había dormido, cuando ella le había dicho que la esperase, no debía ser muy extremado en amar; que ella sabía muy bien, y a causa de él mismo, que el amor desvela, y tanto más cuanto se está más cerca del objeto amado, y en términos de duda y esperanza.
Sin embargo, la medalla tiene un reverso, y debo declarar que me he endeudado un poco; me cobran algo más de lo que había supuesto, pero parece que siempre sucede eso cuando se manda hacer alguna cosa. Pensaba comprarme un abrigo este invierno; pues bien, Dios mío, haremos abstracción de él; he ahí todo. ¡Oh, sí! su alegría es para mi uno de los mejores recuerdos de aquel tiempo.
Luce sobre el pecho una colección de gloriosas insignias: la placa de piloto aviador, a la derecha; la cinta de la cruz de guerra, la de la medalla militar, la de los heridos, la condecoración norteamericana, etc.; lleva, por último, la forrajera roja.
Palabra del Dia
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