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Actualizado: 12 de junio de 2025
Imprudente había sido doña Guiomar confiando en su inocencia, y más aún en el amor de su soldado; y si hubiera su corazón visto cuando ella sacó de su seno la medalla del señor Ginés de Sepúlveda, arrepentídose hubiera de su imprudencia; que Cervantes creyó, que si el familiar no la había preso, a causa había sido de algún inapreciable favor con que la rectitud del enviado de la Inquisición doña Guiomar había torcido; y no tuvo la medalla que de su hermosísimo seno doña Guiomar había sacado, sino como recuerdo y prenda de amor por el familiar a ella dejados.
Algunas veces he preguntado á varios hombres doctos si los aburria esta lectura tanto como á mí; y todos los que hablaban sinceramente me han confesado que se les caía el libro de las manos, pero que era indispensable tenerle en su biblioteca, como un monumento de la antigüedad, ó como una medalla enmohecida que no es ya materia de comercio. No piensa así Vueselencia de Virgilio, dixo Candido.
Apenas saltaron á tierra los arqueros de la primera barca, mandados por el sargento Simón, se acercó á éste un obeso personaje ricamente vestido, que llevaba al cuello gruesa cadena de oro de la que pendía sobre el pecho enorme medalla del mismo metal. Sed bienvenido, alto y poderoso señor, dijo descubriendo una gran calva y saludando profundamente á Simón.
Entrole en oyendo esto a doña Guiomar otra vez, y con mucho más efecto, su temor a los duendes, y se apresuró a mirar si tenía aún en su seno aquella poderosa e inestimable medalla del familiar de la Inquisición, y hallola; y temió que aquel hombre con quien había hablado, no hubiese sido otra cosa que una imaginación suya, o cosa de encantamiento y hechicería, de la cual se había librado por la virtud de la santa medalla.
¡Ah! ¿El general, por lo visto, te hace muchos regalos? dijo la de Alcudia con leve expresión irónica que su amiga no entendió. Sí; es muy bueno, siempre nos trae regalos. A mi hermanito le ha comprado una medalla preciosa. ¿Y a tu mamá no le hace regalos? También. ¿Y qué dice tu papá? ¿Mi papá? exclamó la niña levantando los ojos con sorpresa , ¿qué ha de decir?
El secretario del colegio comenzó a leer entonces los nombres de los alumnos premiados: levantábanse estos ruborosos y aturdidos por el miedo a la exhibición y la embriaguez del triunfo; iban a recibir la medalla y el diploma de manos del arzobispo, entre los aplausos de los compañeros, los sones de la música y los bravos del público, y volvían presurosos a sus sitios, buscando con la vista en los ojos de sus padres y de sus madres la mirada de inmenso cariño y orgullo legítimo, que era para ellos complemento del triunfo.
Por dicha llevaba yo, pendiente del cuello en una cadenita de oro muy sutil, una pequeña medalla de plata, representando la Virgen de Araceli, patrona de la ciudad de Lucena. Fijó el Barón la vista en la medalla y la tomó entre sus dedos, para examinarla mejor. ¿De dónde procede esta medalla? preguntó con curiosidad tal, que parecía embargar su espíritu y distraerle de los otros objetos.
Una mujer, una mujer sola, débil, desconocida, pobre, descalza, con un cordon á la cintura, con los cabellos sueltos por la espalda, con los ojos inflamados, con la mano derecha suspendida, mostrando una medalla de cobre, recorria las calles de Paris, apostrofando á unos, consolando á otros, exhortando y animando á todos. ¡No temais, no temais! El cielo vela por la ciudad.
No sé más, sino que deseo vivir para mi Salvador. Y diciendo esto, se puso de rodillas, y besó la mano á San German. El santo le dió su bendicion, y una medalla de metal, en que estaba esculpida la efigie de Cristo. Los misioneros parten, Nanterre los saluda con gritos de fervor, y la muchacha quedó allí. Es probable que allí viviera oscuramente durante algun tiempo; pero no estaba sola.
Adoraba con devota piedad su Rosario y una medalla de indulgencia para aquella hora, que le dí: llegando a la Iglesia, se volvió de suyo a uno y otro lado de las Señoras, entre quienes pasaba, pidiéndoles por amor de Dios una AVE MARIA: y en fin entre heróicos actos de las más necesarias virtudes, continuó su camino hasta quedar muerta en el palo, si así lo puede decir la piedad, como un Angel.
Palabra del Dia
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