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Actualizado: 25 de junio de 2025


Porque la señora doña Guillermina, que es tan buena, nos socorrió con bonos de carne y pan, y a Nicanora le dio una manta, que nos viene como bendición de Dios, porque en la cama nos abrigábamos con toda mi ropa y la suya puesta sobre las sábanas... Descuide usted, Sr. del Sagrario; yo le procuraré alguna prenda en buen uso. Tiene usted la misma estatura de mi marido.

A reemplazarle en el mando acudió oportunamente don Jorge de Meneses. Con él habían venido de refresco cerca de cuarenta soldados que estaban antes en otro navío. Para que no desmayasen y se acobardasen a la vista del capitán muerto, don Jorge nos mandó que le envolviésemos en la manta de un forzado y que le escondiésemos en el fondo del buque. Así lo hicimos al punto.

A lo que replicó el juez, después de haberlo madurado plenamente: Sin embargo, todavía es usted joven y tiene atractivos. Se hace ya tarde dijo gravemente Magdalena, y deberíamos dormir ya todos. Señores, buenas noches. Y arrebujando su cuerpo con la manta, Magdalena se tendió al lado del sillón de Juan, con la cabeza apoyada contra el taburete donde éste descansaba los pies y no habló más ya.

Ha sido una transformación lenta, pero irresistible: el campo me ha saturado con su calma; se me ha subido a la cabeza como una embriaguez mansa y dulce, y duermo y duermo, siguiendo esta vida animal, monótona y sin emociones, deseando no despertar nunca. ¡Ay Rafaelito! Como no ocurra algo extraordinario y el diablo tire de la manta, me parece que aquí me quedo para siempre.

Ni siquiera se acordaban de cubrirle las piernas con una manta; así que, al ir a moverle de la butaca, solían encontrarle frío, como entumecido.

Cuando duermo en algún cortijo o me escondo en mi casa por unos días, la primera vez que me meto en cama como cualquier cristiano y como de caliente en una mesa como ésta, me lo agradese el cuerpo; pero endispués me canso y paese que me tira el monte con sus miserias, y que me hase farta dormir al raso envuelto en la manta y con una piedra de cabesera... ; yo sirvo pa sordao; yo sería un güen sordao... Pero ¿aónde ir?... Se acabaron las guerras de verdad, donde ca uno, con un puñao de camarás, hacía lo que le aconsejaba su caletre.

Y todavía quiso añadir más cuidados a los de Santiago: mandó traer un calorífero y ella misma se lo puso debajo de los pies; después le envolvió las piernas en una manta y le puso en la cabeza una gorra de terciopelo. Los niños revoloteaban en torno de la butaca, acariciándole y dejándose acariciar de su tío.

Yo apostaría a que son personas pudientes los padres de esta niña replicó el marica. ¡Adiós! ¡ya se nos va Manuel Antonio al folletín! exclamó la dama con una risita nerviosa. Las personas pudientes no dejan a sus hijos envueltos en estos andrajos. En efecto, la niña venía cubierta por unos trapos miserables y una manta raída y sucia.

Comió Martín lo que le trajeron, se tendió envuelto en la manta, y después de un momento de siesta, se levantó a tomar una resolución. ¿Qué podría hacer yo? se dijo . Sobornar al alcaide exigiría mucho dinero. Llamar a Bautista es comprometerle.

Se detuvo allí un momento de pie mirando la compañía, saliéndole los desnudos pies por debajo de la manta, y se despidió haciendo un ligero movimiento. ¡Escucha Juanito! ¿Vas a acostarte otra vez? dijo Federico. , voy respondió con decisión el interpelado. ¿Pues qué tienes, vejete? No estoy bueno. ¿Cómo? Tengo fiebre. Y sabañones. Y reuma contestó Juanito. Y se hundió entre las sábanas.

Palabra del Dia

rigoleto

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