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Actualizado: 25 de junio de 2025
Muchacha... ¿es que vas a darme lecciones? ¿Te has vuelto loca? Usted sí que está chocho; pero yo no puedo evitarlo. ¿Qué adelantaría con tirar de la manta? La tía se moría del sofocón. O me ahogaba. Pues lo dicho. En cuanto alguien sepa, por culpa de usted, dónde vivo yo, sabrá doña Frasquita dónde tiene usted la querida.
El hijo, que la víspera había ya enviado los muebles y las ropas que consideró necesarias para atender al cuidado y comodidad de su padre, vistió a éste cariñosamente, envolviéndole en una manta los pies, que por la hinchazón no era posible calzarle, y esperó a que trajesen la camilla. Leocadia se fue por la mañana, diciendo que volvería; pero dieron las tres de la tarde, y no pareció.
El viejo roncaba echado en su silla, con las piernas extendidas, la cabeza hacia atrás y el sombrero calado hasta las cejas. A su lado, sobre una estrecha cama de madera, yacía Juanito envuelto estrechamente como una momia en la manta, que le tapaba todo, excepto una parte de la frente y una manecita cárdena y estirada que pugnaba inútilmente por entrar.
Una niña de diez o doce años había dejado su rueca para tapar las piernas del enfermo con un trozo de alfombra vieja que le servía de manta. Dos o tres niños indiferentes a aquel espectáculo, jugaban sobre el umbral de la puerta a los rayos del sol poniente, con una alegría tan llena de franqueza y de despreocupación, que se me oprimió el corazón.
¿Tienes frío? le preguntó su hermano. Hombre, sí, tengo frío. ¿No lo ves? ¿para qué lo preguntas? Tus pesadeces acabarían con la paciencia de un santo. Te proporcionaré una manta. Alejose Salvador y al poco rato volvió con lo que había ofrecido. El prisionero tomó la manta y arrebujose en ella, añadiéndola a la manta y al capote que ya sobre sí tenía; pero ni por esas entraba en calor.
Eran mocetones que por su aspecto parecían trabajadores de los tejares. A pesar del frío, marchaban ligeros de ropa y sin manta; algunos de ellos con la boina en la faja, como hombres que habían de emprender largas caminatas y sudar mucho en el curso de la noche.
Váyase al rayo, y guárdese sus colchones, que yo tengo un camastro hecho de sacos de trapo, con una manta por encima, que es la gloria divina.... Ya lo quisiera usted.... Aquéllo sí que es rico para dormir á pierna suelta.... Pues dámelo, dámelo, tía Roma dijo el avaro con aflicción.
Iban en traje de marcha y con todos los arreos de campaña: bota al cinto, ros enfundado, manta liada al cuerpo, y a la espalda morralillo, en cuya blanca tela destacaba limpia y bruñida la tartera para el rancho: en los pies alpargatas, levantada en el empeine la polaina para facilitar el paso, y recogidas en el correaje las puntas del capote, dejando ver los pantalones rojos, que se movían acompasadamente por filas como miembros de una máquina viva.
A más de todas las contrariedades en cuanto á la marcha que tienen los barcos de vela, hay otras, mucho, muchísimo mayores. Da la pícara casualidad que los barcos de vela en que hemos hecho viajes largos, pertenecen á armadores amigos y ... qué demonios, la amistad ha de ser un poco indulgente, dejando quieto el pico de la manta.
En el coche, la mortecina luz de la lamparilla cae sobre los cuadros, rojos, azules, negros, de una manta, resbala sobre la uniformidad parda de la pañosa castellana, se desliza, medrosa, entre las largas y argentadas hebras de la barba del anciano. Cruzamos vertiginosos ante una estación, y se oye un largo campanilleo, que se pierde rápidamente; luego aparece, desaparece un faro verde.
Palabra del Dia
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