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Actualizado: 25 de junio de 2025
-Así lo creo yo -dijo Sancho-, excepto aquello de la manta, que realmente sucedió por vía ordinaria. -No lo creas -respondió don Quijote-; que si así fuera, yo te vengara entonces, y aun agora; pero ni entonces ni agora pude ni vi en quién tomar venganza de tu agravio.
Desde la entrada del pueblo principian los puestos, las «vendimias», como dicen en Villaverde las fondas y los figones, improvisados bajo un toldo de manta, o a la sombra de una enramada. Por todas partes vendedores de frutas, de torrados, de cacahuates, de «tepache», de bizcochos y de dulces. Helados, refrescos, aguardientes, todo tiene allí salida. Hay allí cosas para todos los gustos.
Doña Gertrudis estaba rebujada en una magnífica manta de felpa, y tenía la cabeza cubierta con una cofia, por debajo de la cual enseñaba algunos cabellos entre rubios y blancos. Su rostro era de singular blancura mate, fino y correcto. Los ojos azules y sumamente tristes. Más que de la enfermedad advertíanse en aquel rostro las huellas de la clausura. Me mata, me mata este ruido en los oídos.
Pasaron los esposos una mala noche por aquella estepa, matando el frío muy juntitos bajo los pliegues de una sola manta, y por fin llegaron a Córdoba, donde descansaron y vieron la Mezquita, no bastándoles un día para ambas cosas. Ardían en deseos de verse en la sin par Sevilla... Otra vez al tren.
Y los dos, fuertemente abrazados, volvían a reír, estremeciéndose sus carnes desnudas bajo la manta, rozándose con el temblor del regocijo sofocado. Sonó largo rato un murmullo en la vecina habitación. El señor Vicente rezaba sus oraciones. Luego, un ronquido fatigoso cortó el silencio. Los amantes no durmieron. Reían de este roncar grotesco interrumpido por largos suspiros.
Los negritos que ocupan las montañas de Ilocos más bien se extienden hacia la parte de Ilocos Norte que hacia el Sur; se diferencian poco de los demás negros de los otros montes de las islas; su escaso vestido suele ser de cáscara ó corteza de árboles ó alguna manta tosca; pagan reconocimiento cuando se les puede hallar, reconocen por reyezuelo al más viejo entre ellos, y entierran sus difuntos en el monte, poniendo junto al cadáver eslabón, piedra, yesca, un arma y un pedazo de carne de venado, y todo el que de ellos pasa próximo, ha de dejar algo de lo que cogió en la caza ó le dieron los cristianos.»
Diciendo lo cual, cogió de la red manta, saco y lío de paraguas; pero Lucía con su juvenil vigor y sus hábitos de hija del pueblo arrebatole de la mano lo más pesado, el saco, y brincando, ligera como un ave, al suelo, dio a correr hacia la fonda.
Después de esto, su más vivo deseo era coger la puerta y huir para siempre de la casa aquella. Antes morir que continuar la farsa de un matrimonio imposible. De estas meditaciones la sacó doña Lupe, que después de media noche volvió a entrar en el cuarto. Envolvíase toda en una manta, lo que le daba cierto aspecto temeroso y lúgubre como de alma del otro mundo.
Wetterhexe separó la maleza para dirigir una mirada hacia la ladera; luego volvió a sentarse cerca del fuego, y cerrando los flojos párpados, con la ancha boca contraída, que acusaba grandes arrugas circulares alrededor de sus mejillas, trajo hacia sí una vieja manta de lana y pareció amodorrarse.
Apareció ante ellos la figura de un niño, cuya cara podía haber sido bonita y aun distinguida a no oscurecerla de por dentro las maldades aprendidas y a no haber impreso en ella su sello la suciedad y el abandono. Su cuerpecito estaba envuelto con una manta, y se conocía que acababa de levantarse de la cama. Entren repitió y no hagan ruido.
Palabra del Dia
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