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Actualizado: 19 de julio de 2025
No se meta usted en lo que es de la mía». Se había hecho de noche y los dos interlocutores no se veían. Pero mientras Paca estuvo en la alcoba haciendo que ordenaba las cosas, moviendo los trastos y revisando las medicinas, D. Evaristo no desplegó los labios. Miraba a su ama de llaves, y su sonrisa maliciosa quería decir: «tú te cansarás». Así fue.
Su madre no se hartaba de palparla, unas veces vestida, otras medio desnuda; de medirla con ávidos ojos, de verla andar, y, aunque seca de palabra siempre, de prodigar, a su manera, elogios a su precoz desarrollo físico y moral, a la redondez de su cuello, a la tersura de su garganta, a la expresión maliciosa de sus ojos, a la frescura de su boca, a la esbeltez de su talle y a todas y a cada una de sus prendas esculturales.
No fuera yo Fígaro, ni tuviera esa travesura y maliciosa índole que malas lenguas me atribuyen, si no sacara a luz pública cierta visita que no ha muchos días tuve en mi propia casa.
Y el señor Kasper reflexionaba como un rey justiciero, acariciándose las barbas. ¡Prudencia! Había que pesar bien las cosas para ser equitativo. La niña ofrecía pruebas, y el tonto únicamente sabía insistir en su acusación, sin añadir testimonio alguno. Y casi sentenció por adelantado, intentando dar un repelón al muchacho. «¡Raza maliciosa y vengativa! Nada bueno podía esperarse de su sangre.»
Porque esos dos tienen una lengua muy mala. ¡Dios nos libre de ella! repuso la solterona sonriendo también con alegría maliciosa, mirando al mismo tiempo a la joven con la benevolencia condescendiente con que se mira a las criaturas inocentes. Pero ¿quién suponen que es su madre? ¿Quién ha de ser? Amalia... ¡Silencio! dijo apresuradamente, bajando más la voz. Quedó estupefacta.
Es ya cursi eso de amontonar trastos...» Supongo que encargará usted para su budoir algún cuadrito a Núñez dijo Tristán con sonrisa maliciosa. ¡Vamos, no sea usted rencoroso ni impertinente! replicó Elena dándole con la servilleta suavemente en la cara. Y la charla prosiguió viva y alegre.
Su mirada se iba tornando de maliciosa en lúbrica. Una sonrisa vaga, delatando el cansancio y el vicio, se esparcía por sus facciones marchitas. El taconeo llegó a su período culminante, y de allí a debilitarse, hasta morir en suave, imperceptible agitación de los muslos. La bailaora, en términos técnicos, se quedaba dormía, con íntimo gozo de los espectadores, que la jaleaban vivamente.
Se habían acostumbrado a la idea de que fuese varón. ¿Qué misterio será éste? preguntó Manuel Antonio, mientras una sonrisa maliciosa de curiosidad vagaba por su rostro. ¿Misterio? Ninguno manifestó con cierta displicencia Amalia. Lo que se ve claramente es una pobre que quiere que le mantengan a su hija. Sin embargo, hay aquí un no sé qué de extraño.
Allí estaban de pie al fulgor de aquella extraña y solemne luz, como si ésta fuera la que había de revelar todos los secretos, y fuera también la alborada que había de reunir todos los que mutuamente se pertenecían. En los ojos de Perla había cierta expresión misteriosa, y en su rostro, cuando lo alzó para mirar al ministro, aquella sonrisa maliciosa que la hacía comparar á un trasgo.
Como si no tuviese ya duda de que el joven iba á ser su acompañante, Elena empezó á reir con una risa algo maliciosa. Además, en nuestros paseos me enseñará usted á tirar el lazo. ¡Cómo deseo poseer esa habilidad!... Se dió cuenta inmediatamente de lo inoportunas que resultaban sus palabras.
Palabra del Dia
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