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Pero el calor creciente les hizo presto abandonar aquél por la sombra de los corredores. El día avanzaba igual a los precedentes de todo ese mes; seco, límpido, con catorce horas de sol calcinante que parecía mantener en fusión el cielo, y que en un instante resquebrajaba la tierra mojada en costras blanquecinas. Míster Jones fué a la chacra, miró el trabajo del día anterior y retornó al rancho.

Cuando duerme en calma y el sol brilla en la altura, me deleitaba mirando al abismo, á cincuenta metros á mis piés, buscando monstruos en los bosques de madréporas y corales que se columbran al través del límpido azul, las enormes serpientes que, al decir de los campesinos, dejan los bosques para vivir en el mar y adquirir formas espantosas... Por las tardes que es cuando, dicen, aparecen las sirenas, las espiaba yo entre una y otra ola, con tanto afan que una vez creí distinguirlas en medio de la espuma, ocupadas en sus divinos juegos; distintamente sus cantos, cantos de libertad, y percibí los sonidos de sus argentinas arpas.

¡Oh, esas campanas de los pueblos, modestas como los viejos campanarios que las sustentan, de sonido ligero y límpido como la atmósfera de los bosques en que vibra, cristalino y cantante como los riachuelos encima de los cuales se para un momento, inmenso es el encanto que desparraman por los solitarios campos... meciendo con pacíficos ensueños el espíritu de quienes lo escuchan!... Sea joven o viejo, esté triste o alegre, aquel hasta cuyos oídos llega el dulcísimo son se siente conmovido en lo más hondo y le parece elevarse por encima de las miserias terrenales... Despiertan en el corazón no se sabe qué de un gran frescor matinal y cándido: es el acompañamiento amistoso de nuestros ensueños, de nuestros deseos, de nuestras añoranzas... intensificándolas todavía.

A la puerta esperaba una magnífica carroza abierta, tirada por cuatro caballos blancos. Pedro había demostrado su gusto poniéndoles grandes penachos azules y adornándose él mismo con una librea de idéntico color. En aquel día todo debía ser azul, como emblema de pureza y virginidad. Hasta el cielo, por mayor gala, se había vestido de azul y se mostraba límpido y hermoso.

Bajo el cielo límpido y tachonado de estrellas, parecía que flotaba un grito de odio y de venganza. Y dentro de aquella tranquilidad, y de aquella atmósfera tibia y serena, unos hombres, verdaderos condenados, maldecían la vida que se arrastraba para ellos en el sufrimiento y la miseria, sin esperanza. El vigilante enseñó á Tragomer la cordelería y le dijo: Ahí tiene usted la casa.

Sentía un placer inmenso, un deleite casi sensual, en sumergir la mirada en aquel aire transparente y límpido; me acometían vagos anhelos, ansias indefinibles que me producían una especie de desvanecimiento. Por un instante, se me borró hasta la noción de la existencia, hasta el pensamiento de Gloria, que tenía a cuatro pasos de distancia.

Una campanada del reloj del comedor la despertó de aquella somnolencia de fiebre; tembló de frío y a tientas otra vez, el cabello por la espalda, la bata desceñida, y abierta por el pecho, llegó Ana a su tocador; la luz de esperma que se reflejaba en el espejo estaba próxima a extinguirse, se acababa... y Ana se vio como un hermoso fantasma flotante en el fondo obscuro de alcoba que tenía enfrente, en el cristal límpido.

Vuelto de espaldas al príncipe, iba soltando el chorro de su límpido optimismo, de su fe simple, que desgracias y reveses no lograban conmover. Ahora ya los han clavado sobre el terreno: no avanzarán. Dentro de poco será el contraataque. Lo ; me consta. Se frotaba las manos, guiñando un ojo maliciosamente. Y los americanos llegan y llegan.

Por encima del resplandor rojizo de la plaza abarcaba la vista una gran extensión de espacio, un cielo de verano, obscuro, límpido y profundo, matizado por el polvo brillante de las estrellas. Cuando cesó la música y comenzaron a apagarse las luces, los habitantes de la catedral sintieron cierta pereza en abandonar sus asientos. Estaban bien allí.

Se me ocurrió que, para haberlos adquirido en tan breve plazo, debía de haber sido muy desgraciada. Nos encontrábamos al borde del lago, puro, límpido y transparente... imagen de su alma. Así se lo dije; me miró, sonriendo con esa sonrisa triste que hace llorar, y repuso: ; la calma en la superficie... Y tal vez en el fondo... agregué, mostrándole el lago.