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Por la ventana, que daba al jardín, entraban perfumes de clemátida y el sol, al ocultarse en el horizonte por detrás de los bosques, se apagaba en un cielo matizado de rosa, verdoso y anaranjado. ¡Qué diferencia! decía Herminia, entre esta deliciosa comida y las que hacia en Rouxmesnil, entre mi tía y Bobart! ; ¡se acabó la tristeza! Mañana nos vamos á Florencia y Venecia.

Hay un recodo matizado de verde por dos o tres huertecillas de coles, el cual sirve de unión entre la plaza de las Peñuelas y la Arganzuela. En este recodo el transeúnte cree encontrarse lejos de toda vivienda humana. Sólo hay allí una choza guardada por un perro, dentro de la cual un individuo, al modo de gitano, cuida los plantíos de coles.

Después de su aislamiento allá abajo en su patria, le parecía un paraíso aquel rincón del café lleno de humo, donde en trabajoso italiano, matizado de españolas interjecciones, podía hablar de Beethoven y del héroe de Marsala, y permanecía horas enteras en delicioso éxtasis, viendo a través de la densa atmósfera la camisa roja y las melenas rubias y canosas del gran Giuseppe mientras sus compañeros le relataban las hazañas del más novelesco de los caudillos.

Por encima del resplandor rojizo de la plaza abarcaba la vista una gran extensión de espacio, un cielo de verano, obscuro, límpido y profundo, matizado por el polvo brillante de las estrellas. Cuando cesó la música y comenzaron a apagarse las luces, los habitantes de la catedral sintieron cierta pereza en abandonar sus asientos. Estaban bien allí.

Es cosa agradable cambiar así de orilla, sentarse tan pronto á la sombra de un álamo como de un sauce, ir de la pradera ya arrasada por la hoz, embalsamada por el olor del heno, al césped matizado de flores.

Aquello era un dolor y un horror; tener que renunciar con severidad israelítica al jamón extremeño, rosado y aromático, y al salchichón de Génova, matizado como un mosaico, o exponerse a tragar el endiablado microbio que el atribulado Fernandito seguía con la imaginación en todas sus transformaciones, viéndole alargarse, alargarse hasta convertirse en tenia, y engordar, engordar luego hasta trocarse a costa de los jugos de su estómago en una serpiente boa, igual a las que había visto tragarse gallinas y conejos y aun cabritos, con la facilidad con que se tragaba él, una tras otras, un barrilito entero de aceitunas sevillanas.

Ágil ó indolente, hinchando su globo nacarado y matizado de azul y púrpura, arroja por medio de sus dilatados cabellos de un azur siniestro, cierto veneno sutil que abate cuanto toca. Aunque menos temibles, tampoco perecen los velelos, los cuales tienen la forma de almadía. Su pequeño organismo es algo sólido; y saben navegar, voltear al viento su vela oblicua.

Los hombres peleaban en las cubiertas de los buques o en los esquifes que flotaban junto a ellos; el mar, enrojecido por la sangre o las llamas de los barcos, estaba matizado de centenares de cabecitas de náufragos, que a su vez luchaban sobre las olas.

Una selva enana, enmarañada y deforme se extendía sobre aquellos campos, con un oleaje de extraños tonos verdes, matizado á trechos por flores misteriosas y raras, de esas que sólo surgen en las ruinas y los cementerios.

Emprendieron la retirada, marchando directamente en busca de la tapia. Isidro, al saltarla con la ayuda de sus compañeros, volvió a verse en el campo yermo y negro matizado de luces a lo lejos. Creyó otra vez que había soñado, que los árboles rumorosos y el fantástico jardín sólo habían existido en su imaginación.