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Después, a la caída del sol, entraba en la capillita donde yacían los difuntos de su familia, guardaba los azadones, los rastrillos, las grandes regaderas, todo esto tranquilamente, con la serenidad de un jardinero de cementerio.

»A mi vez, quise dar una sorpresa a Carlos, y cedí a Bautista la plaza de jardinero en jefe de mi casa, donde fue a establecerse con su mujer y sus dos hijos. Al día siguiente de su llegada, orienté nuestro paseo hacia la habitación de aquellas buenas gentes, y entré en ella con Carlos, que me daba el brazo.

Se detenía ante la capilla de Santiago, mirando a través de las verjas de sus tres arcos ojivales. En el fondo, el santo de las leyendas, vestido de peregrino, con la cuchilla en alto, atrepellaba con su caballo a la morisma. Grandes conchas y escudos rojos con una luna de plata adornaban los muros blancos, subiendo hasta la bóveda. Esta capilla la miraba su padre el jardinero como cosa propia.

Entonces, continuando su trabajo de jardinero, decía mentalmente una corta plegaria por la salvación de aquellos de sus muertos que más lo inquietaban, y que podían estar detenidos en el purgatorio. Poseía una fe cándida y tranquila. Pero entre aquellas tumbas existía una que con más frecuencia que las otras recibía sus visitas y sus oraciones.

El jardinero indicó dónde estaban, y con no menor sorpresa y asombro los vieron los muslimes, a pesar de la obscura frondosidad en que ellos se encubrían. Sonaron entonces los clarines y cundió la alarma por todo el parque y el alcázar. A la entrada de este y en algunas de sus ventanas, había mosquetes, puestos sobre firmes horquillas y previamente cargados.

De pronto lanzó una exclamación de alegría y de sorpresa. Veía al aya sentada con Elena en un banco del jardín, detrás del castillo. Estaban completamente solas; allí sólo estaba el jardinero, y estaba trabajando a una gran distancia. La campesina acortó el paso, afectó un aire indiferente, y se puso a avanzar despacio, como si se paseara, hacia el cerco y penetró en él.

Entraron en el parque y se diseminaron por él. Tristán y Clara se apartaron del grupo; Reynoso se fue a dar algunas órdenes al jardinero. Elena con Visita, Cirilo y el marquesito entraron en el cenador.

El tiempo que el jardinero empleó en ir á prevenir al criado, pareció á la joven sumamente corto. Y cuando oyó crujir la arena bajo los zuecos del jardinero, pensó: "¿Qué tiene hoy Giraud, que corre tanto?" Aprestó el oído para oir la respuesta, que fué seca y terminante. La señorita está delicada y no recibe. ¡Qué mentira! murmuró Herminia, que sintió de pronto un involuntario descontento. ¡Ah!

Los dos primeros están provisionalmente en un almacén de papel; el tercero es jardinero y el cuarto tiene una cerrajería. Señor Domet, es usted un grande hombre; perdóneme si he dudado de su erudición. ¡Mientras que no dude de mi obediencia! El señor Domet partió; era la una y todos se levantaron el uno después del otro.

En El hombre por su palabra sube al trono de Macedonia el hijo de un jardinero, después de ejecutar grandes hazañas y con el favor de una Princesa. En La ventura no buscalla se refugia otra Princesa fugitiva en la casa de un noble de los montes Cárpatos; entra á su servicio, se casa con él, y le trae al fin en dote la corona de Hungría.