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Mientras tanto castigó duramente á los fugitivos el alcaide Hassén, comenzando por ahogar con sus propias manos al jardinero. Igual suerte hubiera cabido á Cervantes y á sus amigos, si la codicia del Rey no superase á su crueldad. La esperanza de cobrar su rescate salvó la vida á los cautivos, pero los encerraron en una horrible cárcel y los atormentaron sin piedad ni mesura.

El cochero subía a preguntarle todos los días si quería salir de paseo. El jardinero no movía un tiesto sin pedirle la venia. En cambio no le preocupaba poco ni mucho que su marido saliese. Una sola vez, viéndole preparado a salir con Cecilia, le dijo sonriendo en presencia de ésta y de otras personas: Muy amigos os vais haciendo y Cecilia. Mira que voy a celarme.

Y al día siguiente Valeria le cortaba el paso con el aspecto confuso del que dice una mentira. «La duquesa no puede recibirle; la duquesa desea estar solaEsta negativa inexplicable se había ido repitiendo en los días sucesivos, cada vez con mayor sequedad. Ahora era el jardinero el único que salía al sonar el timbre, hablándole á través de la verja.

Vieron a la vieja cocinera que acudía hacia ella con el peón jardinero. Este último, cuando estuvieron cerca, le gritó a Marta con altanería: Señora, dadle las llaves del cuarto alto a Mariana; la condesa lo manda. Y no resistáis a su orden, porque si no, recurriré a la violencia para quitaros las llaves. Os está prohibido subir.

Tan pronto como hubo salido, tiró violentamente de la campanilla para llamar al cochero y al jardinero. Interrogados, los dos servidores no escasearon los elogios. ¡Ah! ¡Es un bello joven! Nos ha dado las gracias como si le hubiésemos salvado la vida. Y estaba muy contrariado por no ver á la señorita. Nos ha encargado mucho que dijésemos á la señorita que estaba muy agradecido....

El señor Esteban asistía silencioso y de pie a este club vespertino, que traía recelosos a los de la Milicia Nacional de Toledo. Terminó la guerra y se desvanecieron las últimas ilusiones del jardinero. Cayó en un mutismo de desesperado: no quería saber nada de fuera de la catedral. Dios había abandonado a los buenos; los traidores y los malos eran los más.

Circundaba toda la huerta una tapia de bastante espesor y elevación por donde trepaban la yedra y la madreselva cautelosamente hasta asomar sus hojas por encima como pilluelos que entrasen a robar fruta y tratasen antes de espiar al jardinero.

Fué su primera negativa en toda la noche. El jardinero la esperaba seguramente. Valeria tal vez no estaría dormida. ¡Ah, no!... Lubimoff, en su desesperación, habló de marchar juntos á Villa-Sirena.

El cubo del jardinero rompía un instante la capa verdosa de su superficie, dejando ver el azul negruzco de las grandes profundidades; pero apenas extinguidos los círculos excéntricos de la inmersión, volvían a aproximarse y a confundirse las verdes lentejas, y otra vez desaparecía el agua bajo su mortaja vegetal, sin un estremecimiento, sin un susurro, muerta e inmóvil como el templo en el silencio de la tarde.

Orad, Catalina, para que mi valor sea más fuerte que mi desprecio, que mi indignación. Gracias, gracias; hice mal en dudar de vuestra fuerza de voluntad. ¡Chito! No habléis más, oigo un ruido tras de las plantas interrumpió Marta. Se pusieron a escuchar en silencio; era el jardinero que pasaba por el sendero cargado con un haz de largas ramas que rozaban con el follaje.