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Finalmente, los vecinos de la población, á pesar de que no experimentaban ya interés alguno en este asunto, se dirigieron también á aquel sitio y atormentaron á Ester, tal vez mucho más que todo el resto de los circunstantes, con la fría é indiferente mirada que fijaban en la insignia de su vergüenza.

Pero otras preocupaciones más importantes atormentaron al coronel. Se había iniciado la temida ofensiva. Los telegramas de la guerra eran lacónicos y tristes. Retrocedían los aliados ante el avance alemán. Sus líneas no se rompían, pero vacilaban, se encorvaban bajo los abrumadores golpes del enemigo. Todos los días se perdían docenas de pueblos y grandes espacios de terreno.

La costumbre de tratar con hombres muy distintos, no obstante, la hizo incurrir en fatales equivocaciones que atormentaron mucho al joven. Se levantó a buscar su manguito y sacó de él una cartera muy linda. ¡Oh! Es muy bonita dijo él tomándola y llevándola a los labios . La traeré siempre conmigo. Pero al abrirla quedó consternado. Dentro había un montón de billetes de Banco.

Calla, calla... En asunto tan delicado, toda palabra que no traiga la certidumbre, es palabra ociosa y cruel, que no calma, sino que enloquece... Dios mío, dame la muerte o la verdad. DOROTEA. Sosiégate... Todas las confusiones que al venir aquí me atormentaron, ahora renacen... Ángeles y demonios se atropellan en mi pensamiento... Déjame... Quiero huir de misma.

Pues tanto dijeron y murmuraron y hubo tantos que supusieron que yo era el causante de aquella muerte, que dieron con los dos, con ella y conmigo, en la cárcel. ¡Dios mío! Ella murió. ¿La ajusticiaron? Tanto da, porque la pusieron al tormento y no pudo resistir. ¡Dios mío! ¿Y á ti no te atormentaron?

Aunque algunas sospechas vagas le atormentaron, no vió el gran abismo en todo su horror y profundidad; no presagió el movimiento á que había dado impulso con su palabra, ni comprendió el ardid tenebroso, la colisión sangrienta que de las cabezas aturdidas de la Fontana y de las voluntades agitadas de algunos jóvenes, hacía su arma mas terrible.

Mientras tanto castigó duramente á los fugitivos el alcaide Hassén, comenzando por ahogar con sus propias manos al jardinero. Igual suerte hubiera cabido á Cervantes y á sus amigos, si la codicia del Rey no superase á su crueldad. La esperanza de cobrar su rescate salvó la vida á los cautivos, pero los encerraron en una horrible cárcel y los atormentaron sin piedad ni mesura.

¡Maldito Gutenberg! ¿Qué genio maléfico te inspiró tu diabólica invención? ¿Pues imprimieron los egipcios y los asirios, ni los griegos, ni los romanos? ¿Y no vivieron, y no dominaron? ¿Que eran más ignorantes, dices? ¿Cuántos murieron de esa enfermedad? ¿Qué remordimientos atormentaron la conciencia de Omar, que destruyó la biblioteca de Alejandría? ¿Que eran más bárbaros, añades?

Rompió, pues, por completo con Dorotea, á quien atormentaron los más rabiosos celos, sufriendo á poco nueva aflicción con la muerte de Don Vela, ocurrida después de aquel suceso; á la conclusión de la obra, que lleva su nombre, manifiesta su propósito de entrar en un convento, puesto que su esposo había muerto en este intervalo.