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Actualizado: 24 de junio de 2025
¡Ja, ja, ja!... Yo soy así dijo el diplomático siguiéndole el humor . Como nada debo, ni nada ni a nadie temo, doy todo mi pasaporte cuando me preguntan cómo me llamo.... Pero observo dijo, interrumpiéndose de pronto y consultando su reloj que con el placer de estar a su lado, olvido uno de mis deberes.
A ningún cristiano le gusta pasarse el día en el monte comiendo frío y llegar a casa y no encontrar bocado caliente; ¡pero si esa mala hembra no tuviese otras mañas...! ¿No la ha visto usted? ¿No la ha visto usted todo el día, allá en Naya, bailoteando como una descosida, sin vergüenza? ¿No la ha encontrado usted a la vuelta, bien acompañada? ¡Ah!... ¿Usted cree que se vienen solitas las mozas de su calaña? ¡Ja, ja!
En su mesa tenía un revolver descargado que nunca tocaba sino volviendo la cabeza y cerrando los ojos. Si usted no puede, acudiré á otro, pero entonces necesito mis nueve mil pesos para untar las manos y cerrar los ojos. ¡Mueno, mueno! dijo al fin Quiroga; ¿pelo pone pileso mucha genti? manda liquisa, ¿ja?
Aquella revelación le había dejado tan atontada, cual si le descargasen un fuerte golpe en la cabeza. Jacinta... ¡Jesús!.. el modelito, el ángel, la mona de Dios... ¿Qué diría Guillermina, la obispa, empeñada en convertir a la gente y en ver la que peca y la que no peca?... ¿Qué diría?... ja, ja, ja... ¡Ya no había virtud! ¡Ya no había más ley que el amor!... ¡Ya podía ella alzar su frente!
Bajó Fortunata los peldaños riendo... Era una risa estúpida salpicada de interjecciones. «¡A mí, decirme...! Si no me echan, la cojo... le levanto... pero no sé, no recuerdo bien si le arañé la cara. ¡A mí decirme! Si le pego un bocado no la suelto... Ja, ja, ja...». Le temblaban tanto las piernas, que al llegar a la calle apenas podía andar.
No, no tendrán el placer de tostarme como a mi madre; siento que mi vida se acaba por instantes, pero quisiera morir pronto. ¿No es verdad que se llenarán de rabia cuando vengan a buscar una víctima y encuentren un cadáver, menos que un cadáver... un esqueleto? ¡Ja... ja... ja...! Quisiera yo verlo para gozarme de su desesperación.
No se trata de dar ni recibir lanzadas y mandobles, sino de la calamidad irremediable que nos sucedió en aquel figón, donde nos quedamos sin la más apetitosa empanada de liebre que he visto en mi vida porque el bruto del posadero, en lugar de sal, la llenó de azúcar. ¡Dios de justicia, cómo olvidar tamaño desastre! ¡Ja, ja, ja!
Sí, señora, me he vuelto muda fue la única respuesta de la buena mujer . Puede que cuando la señora se canse y cierre el pico, lo abra yo para decirle... en fin, no digo nada». «Ja, ja... Di lo que quieras... prosiguió Doña Paca . ¿Te atreverías a decir algo ofensivo de mí? ¡Que no he sabido llevar el Cargo y Data! ¿Y qué? ¿Quién te ha dicho a ti que las señoras son tenedoras de libros?
A donde voy es a mi casa, ¡hala...!, a mi casa, de donde me sacaron engañada estas indecentonas, sí señor, engañada, porque yo era honrada como un sol, y aquí no nos enseñan más que peines y peinetas... ¡Ja ja ja!... Vaya con las señoras virtuosas y santifiquísimas. ¡Ja ja ja!...».
Después empezó á contar sus proezas á las vigas del techo y acabó diciendo que había matado más ingleses que pelos tenía en la cabeza. Iba yo á despanzurrarlo de un puntapie, cuando este mameluco alargó su manaza y agarrando á Bombardón me lo colgó del gancho como un cochinillo ó un trozo de cecina. ¡Por vida de! ¡Ja, ja, ja!
Palabra del Dia
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