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Actualizado: 25 de julio de 2025


Mandó inmediatamente el Comandante General fuese á informarse el coronel del regimiento de caballeria del Cuzco, Márquez de Rocafuerte, quien á breve rato volvió acompañado de D. Isidro Guiasola, su segundo comandante, que la mandaba desde que fué herido el primero, D. Manuel de Castilla, y ambos le certificaron ser cierto cuanto habia declarado el prisionero.

Pero ¡canario! exclamó D. Juan; Marianito, ¿por qué no lo ha dicho usted, hombre? Entiendo muy bien, señor Cura, lo que usted quiere darme á entender con ese cuento, ó lo que sea; pero como ya á lo hecho pecho, quisiera saber si le parece á usted bien que fíe sólo mi justificación y defensa á la misericordia de Dios, procurando alcanzarla por la intercesión del glorioso San Isidro.

A veces funcionaba el telégrafo sub carpetano tan sólo para observar que al padre Fernández se le caía la baba o que al padre Solís se le rodaba el bonete. Por poco versado que el lector esté en humanidades macarrónicas, habrá deducido del diálogo trascrito que aquella mañana se había casado D. Benigno Cordero en la capilla de los Dolores de San Isidro.

Luego, soltándose Feli con inesperado tirón, se levantó y corrió alrededor de la mesa, perseguida por Isidro, que lo acosaba con rugidos de ogro. ¡Que te como, feísima!... ¡Que te devoro, sosa... desgalichá! Con tales intermedios, el arreglo de los muebles, a pesar de ser pocos, amenazaba prolongarse hasta bien entrada la noche. La colocación de la cama fue el asunto magno de la tarde.

Buenos días, señor Ojeda... Usted perdonará la libertad que me tomo, pero yo soy amigo de don Isidro, y tal vez le habrá hablado de mi persona... Usted dispense que me acerque así como así, ¡pero entre compatriotas! ¡somos tan pocos en el buque!... Por eso me he dicho: «Aunque no sea correcto, voy a saludar a ese señor».

Conservaba cierta amistad con la dueña de un taller, por haber trabajado para él cuando escaseaba la faena en la fábrica de gorras. Isidro se opuso. ¡Trabajar ella, mientras él permanecía en forzosa inacción! ¡Trabajar, cuando estaba enferma y el desarreglo de su organismo la obligaba a largas horas de inmovilidad!... Adiós, idilio.

Estaba vestida con gran elegancia y sobre la carne pálida de su escote centelleaban varios brillantes. Parece preocupada había dicho Isidro al principio de la comida . Está sin duda de mal humor. No le mira a usted, Ojeda, como otras veces. ¿Es que ya no son amigos?... Transcurrió la comida sin que Fernando consiguiese encontrar sus ojos con los de la norteamericana.

Durante la comida buscó Isidro con sus ojos la mirada de Fernando, como un perro humilde que intenta volver a la gracia de su dueño. Pero un sentimiento de dignidad y el egoísmo de no perder sus buenas relaciones con Nélida le mantuvieron en silencio. El otro, por su parte, mostrábase fosco, huyendo su mirada de la de Isidro, pero compadeciéndole interiormente. ¡Pobre muchacho!

Ya sabe Vd. que soy agradecida. Luego, violentándose por aparecer serena, murmuró, como quien habla solo: Esto se acabó, esto ha concluido... para siempre. Tirso, parado al pie de la escalinata de ingreso a San Isidro, vio tranquilamente alejarse al carruaje de Paz.

En su miseria, no le abandonaba esa seguridad de la juventud que aguarda siempre algo inesperado y cree firmemente que el universo entero se preocupa de ella, torciendo el curso de los sucesos sin otro fin que sacarla de sus situaciones difíciles. Isidro, en su optimismo, tenía el presentimiento de una gran fortuna.

Palabra del Dia

godella

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