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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Al protestar, Julián se había incorporado, encendido de indignación, echando a un lado su mansedumbre y timidez congénita. Primitivo, de pie también, mas sin soltar a Perucho, miró al capellán fría y socarronamente, con el desdén de los tenaces por los que se exaltan un momento.
Don Fernando Salvatierra dijo con voz trémula, haciendo esfuerzos por contener su indignación fue mi maestro y le debo mucho. Además, es el mejor amigo de mi padre, y yo sería un desagradecido sin entrañas si no fuese a verle después de sus desgracias. ¡Tu padre! exclamó don Pablo. ¡Un bobalicón que nunca aprenderá a vivir!... ¡Que nadie le toque a su antiguo cabecilla!
La Marquesa ha manifestado ya cierta discreta indignación ante el boceto. Luciana estaba un poco nerviosa y traté de calmarla como pude durante un corto paseo que hicimos solos para ir a la «Villa Sol». El tiempo estaba hermoso y de una suavidad encantadora.
Me escuchó con muchísimo interés, reflejándose en su expresiva fisonomía los diversos afectos que iban agitando su espíritu: la indignación, la duda, la tristeza, la esperanza. Cuando cesé de hablar, me dijo con acento de convencimiento que estaba segura de que su señorita no había hecho aquello por maldad o coquetería. Conocía muy bien a su señorita: era bondadosa, campechana, caritativa.
Sentía la necesidad de avistarse con su mujer, de injuriarla, de escupirla, de abofetearla. ¿Por qué hacía unos instantes se había negado a recibirla, y ahora ansiaba de aquel modo tenerla delante? El mayorazgo creía que era porque su odio y su indignación habían crecido. No supo el tiempo que permaneció en aquella postura.
De repente, una voz imperiosa me dijo: «Vuestro pasaporte!» Desperté, y disimulando mi indignacion me dije por primera vez: «Ah! estamos en Francia; comencemos á ser sumisos.» Presentamos los pasaportes, dimos nuestros nombres y pronombres, firmando para que comparasen los caracteres; y despues de sufrir durante cinco minutos las miradas escrutadoras de los cancerberos, la misma voz imperiosa nos dijo: «Pasad!»
Entonces los demás sitiados se irritaban contra la pobre niña, gritando, llenos de indignación, que quería burlarse de ellos y que mirase bien lo que hacía. Sólo Jerónimo permanecía en completa calma; pero la gran cantidad de nieve que había bebido para apagar el ardor de sus entrañas inundaba su cuerpo y su demacrado rostro de un sudor frío.
Al salir Moreno de la casa vió al comisario de policía junto á la escalinata, como si estuviera esperándole. Don Roque se expresó con indignación. Ustedes se figuran que pueden hacer lo que quieran, como si en esta tierra no hubiese autoridad, ni ley, ni nada, y aún mandasen en ella los indios. Yo soy el comisario de policía, ¿sabe, ché? y mi obligación es impedir que los demás hagan locuras.
Si huyó de ofender a nadie, son pálidos sus escritos, no hay chiste en ellos ni originalidad; si observó bien, si hizo resaltar los colores, y si logra sacar a los labios de su lector tal cual picante sonrisa, «es un payaso», exclaman, como si el toque del escribir consistiera en escribir serio; si le ofenden los vicios, si rebosa en sus renglones la indignación contra los necios, si los malos escritores le merecen tal cual varapalo, «es un hombre feroz, a nadie perdona. ¡Jesús, qué entrañas! ¡Habrá pícaro que no quiere que escribamos disparates!» ¿Dibujó un carácter, y tomó para ello toques de este y de aquel, formando su bello ideal de las calidades de todos? ¡Qué picarillo, gritan, cómo ha puesto a don Fulano! ¿Pintó un avaro como hay ciento?
Uno de sus amigos, libertino recalcitrante, díjole: Busca una amante en la Opera; ese teatro está de moda, todo el mundo va a él; se sabrá, hará ruido, y eso es todo lo que te hace falta. ¡Yo! murmuró Arturo enrojeciendo de indignación. ¡Mezclarme en una intriga de ese género!
Palabra del Dia
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