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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Ana ordena á sus damas que se retiren, y cree estar entonces sola con Carlos. Este devuelve á su infiel amada las prendas de su antigua pasión, y ella le asegura que sólo á él ama; que la corona de Enrique tiene valor á sus ojos; la persona del Rey, no. Carlos tira al suelo las tiernas cartas de la Reina, y se aleja lleno de indignación y de desprecio.

Un día de su inmovilidad representaba más que lo que ganaban los dos hombres en un mes. Esto no puede seguir protestaba Tòni. Su indignación le llevó varias veces á tierra, en busca del capitán. Miró con antipatía al portero del albergo, porque siempre la contestaba que el capitán había salido.

Uno de aquellos días en que tuvo ocasión de echarle a la muchacha en cara lo que ella llamaba su «ingratitud», tantos cargos terribles la hizo y de tales apariencias de indignación adornó su resentimiento, que la niña llegó a creer en la posibilidad de su culpa.

Después, las palabras de su hermana le hacían ver el horroroso despertar al desvanecerse el triste engaño de la embriaguez, la indignación con que repelía a un hombre, al que no amaba, y que aún le parecía más antipático luego de su fácil victoria. Todo había acabado para María de la Luz. Harto lo demostraba la firmeza de sus palabras. Ya no podía ser del hombre amado.

El Nacional, asustado por la indignación de la madre de Gallardo y conmovido por las lágrimas de Carmen, que lloraba silenciosa, ocultando su cara tras un pañuelo, se defendía torpemente. Pero al escuchar las últimas palabras, se irguió con gravedad sacerdotal.

Momaren quedó mudo, pues el hecho le parecía tan inaudito, que no encontraba palabras. Los invitados prorrumpieron en alaridos de indignación: ¡Insolente animalucho!... ¡Qué atrevimiento el suyo!... ¡Venir á perturbar con sus patas inmundas una fiesta de alta intelectualidad!...

Sin embargo, es un carácter resuelto, refractario á dejar inconcluído aquello que empezó. «Comprendo dice, la indignación, la lucha, las escenas de fuerza, mejor que el enternecimiento». Este rasgo culminante de su psicología alcanza á sus personajes, aun á los secundarios: todos son lógicos y fuertes; «todos tienen menton...»

Paz y Salomé fruncieron el ceño para que nadie pudiera poner en duda su indignación. Lázaro no contestó, porque estaba muerto de vergüenza, y en aquel momento las dos damas le parecían las dos personificaciones más perfectas de la justicia humana. ¿Recuerdas lo que te dije cuando fuí á verte á la cárcel? , señor: no lo he olvidado.

Estas palabras sólo sirvieron para aumentar la cólera y la indignación de la condesa. ¿Cómo? exclamó , ¿os he entendido bien? ¿Perdón? ¿Pedís perdón para la loca? ¿Entonces le tenéis cariño? ¿Os asusta la idea de que reciba el justo castigo de su maldad? ¡Oh! ¡No, no, señora! Os pido perdón para .

Cuando de tarde en tarde levantaba la cabeza para arreglar el hilo y su mirada se encontraba con la de Gabriel, animábase su cara con una pálida sonrisa. En el aislamiento en que los había dejado la indignación del padre, sentían la necesidad de aproximarse, como si les amenazara un peligro. La enfermedad los unía.

Palabra del Dia

hociquea

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