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Actualizado: 17 de junio de 2025


Galantemente recomiendan, previa presentación, á sus primos los patitos y á sus parientes las palomas silvestres. Un caballero, un prócer, un lord, aparece, sombrero en mano, suplicando que lo metan de una vez en la cazuela, sin olvidarse de advertir que aquélla ha de ser grande. Es talludo y obeso; viste impermeable blanco, y su rosada piel indica que tenemos en casa á un caballero inglés.

¡Amigas! las cuatro; si no estamos de vuelta para las oraciones, daremos que hablar dijo levantándose la más alta de estas vírgenes locas, muchacha de nariz aguileña y maneras resueltas que revelaban a la inteligente directora del cotarro. ¿Tienes los libros, Adelaida? Adelaida enseñó debajo de su impermeable tres libros de no muy santa apariencia. ¿Y las provisiones, Carolina?

Anda más de prisa... Ten firme... Aquí, sobre este banco... ¡Santo Dios! ¡si me parece que sueño!... Arrolla la colchoneta por esa punta para quesirva de almohada... Así... Ahora convendría reaccionarla; pero ¡cómo?... Con qué tenemos; pero ¡cómo? vuelvo a decir... Destapa ese otro banco y saca cuantas ropas haya dentro del cajón... ¡En el aire!... Yo, al armario de las bebidas alcohólicas... ¡Inspiración de Dios fue el conservarlas aquí!... ¡Y se resiste la condenada vidriera!... Pues por lo más breve... ¿para qué sirven los puños?... Hágase polvo este cristal, y el armario entero si es preciso... Este ron de Jamaica es lo más apropiado... Una copa también... Ampara esto de los balances, sobre la mesa... pero dame primero una toalla de esas para secarme las manos, que chorrean agua... ¡Qué ha de suceder con esta chaqueta que es una esponja?... ¡Fuera con ella!... Vete echando ron en la copa... Venga ahora... Pero aguárdate que la enjugue antes la cara... ¡Dios de Dios! ¡que yo no pueda hacer aquí lo que es más necesario... casi indispensable!... aflojarla estas ropas empapadas... quitárselas de encima. ¡Si me fuera dado ver y no ver; maniobrar con los ojos cerrados!... La copa enseguida... Ron en las sienes... en las ventanillas de la nariz... entre los labios... ¡Pero si con ese talle tan oprimido no pueden funcionar los pulmones!... Yo bien veo dónde está la abertura de la coraza... pero ¡no sería una profanación poner las manos ahí?... ¡No se me caerían de las muñecas?... Y hay que hacer algo por el estilo, y sin tardanza... Por la espalda si acaso... justo: la misma cuenta sale... Tu cuchillo, Cornias... Ayúdame a ponerla boca abajo... ¡Dios me uno suficiente!... Por si acaso, el filo hacia arriba... Ya está cortada la tela del vestido... Ahora las trencillas del corsé... y estos cinturones... Esta es obra más fácil... Trae aquel impermeable y tiéndele encima de ella y de mis manos, que no tienen ojos... Así... Ya queda el tronco libre de ligaduras... a volverla ahora de costado... ¿Ves cómo respira con menos dificultad?... Más ron enseguida... ¡en el aire, Cornias!

Sólo de vez en cuando tropezaban con algún marinero cubierto de burdo capote impermeable que, con los enseres de pescar en la mano y haciendo gran ruido con sus enormes botas de agua, se dirigía a paso largo hacia el muelle. ¿Va usted bien abrigada, señorita? ¡Mire usted que hace un frío!... Parece que estamos ya en enero.

En pocos minutos todos aquellos objetos fueron colocados en la chalupa, asegurados con cuerdas, y los víveres, las armas y las municiones envueltos en una gruesa tela impermeable. Ahora botémosla al mar con la grúa de popa dijo el Capitán. ¿No la estrellarán las olas contra la nave? preguntó Van-Horn.

Cornias dijo que ; y Nieves bajó la cabeza, estremeciose, y se arropó con el impermeable. Estaba pálida como un lirio, casi amoratada; chorreábale el agua por cabellos y vestido, y había una verdadera laguna en el suelo de la cámara; porque Leto, por su parte, era una esponja inagotable, de pies a cabeza.

Varios se habían echado encima el impermeable, y el agua formaba arroyuelos sobre la prenda; lo hacía también a lo largo de sus mejillas, de sus barbas... bien puede haber sido que se mezclaran a ella lágrimas, por que el buen Pütz no dejaba enemigos. Para llevar el luto, lo que se llama propiamente llevar el luto, no había más que su hijo Lotario.

El conde oía en la popa á un hombre vestido de tela impermeable, que era un oficial. Relataba el paso por el estrecho de Gibraltar completamente sumergidos, viendo por el periscopio los torpederos ingleses en patrulla de vigilancia. Nada, comandante continuó el oficial ; ni el menor incidente... Una navegación magnífica. ¡Que Dios castigue á Inglaterra! dijo el conde, llamado ahora comandante.

Tenga confianza en la suerte... ¡Quién sabe!... Y se alejó riendo, burlona y tentadora a la vez, mientras se aproximaba Maltrana llevando sobre el traje de hilo una capa impermeable. Se detuvo en un espacio de la cubierta bañado por el sol, y allí quedó inmóvil, tembloroso y pálido, gozando con visible deleite del ardor ecuatorial. De aquí no paso dijo . Si quiere usted algo, acérquese.

La piel cubierta de la erupcion, es impermeable al aire, y no da paso á la materia de la transpiracion, resultando de esto graves desórdenes, la disolucion de la sangre y la muerte. Se concibe bien que en este estado sea refractaria la enfermedad á todo medicamento, y que la aireacion de la piel sea preferible al mismo arsénico. =D.= Flegmasías. Neurosis.

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