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Actualizado: 17 de junio de 2025


Aquí la decoración era distinta. En este piso no se trabajaba hacía tiempo. Habíase tomado en la galería más ancha un trozo; se había cerrado, tillado y luego alfombrado. De suerte que parecía el salón de un palacio. El techo y las paredes estaban tapizados con tela impermeable, adornados con trofeos de minería. Veíase una mesa espléndida en medio de él para cincuenta o más cubiertos.

Se calzó fuerte, se puso el impermeable y bajó al Prado, yendo a colocarse ante la fuente de Neptuno, con los pies en un lago, el diluvio en torno y la imaginación barrenada por la impaciencia. Transcurrió media hora: según el reloj treinta miserables minutos; para el pensamiento, treinta siglos de malestar y desesperación. Repentinamente su espíritu se inundó de luz.

En algunos puntos no se pudieron librar de ciertas maldiciones, pero las más de las veces por interés o por necesidad se mostraron complacientes, y terminando la entrevista del modo más cordial. Eran las tres cuando acabó esta ruta, y con un pequeño saco de goma impermeable, atado con correas a sus espaldas, Federico volvió a la posada. Pero allí le acechaba la Belleza.

Desde su cabello castaño, cubierto por un sombrero impermeable de hombre, hasta los diminutos pies y tobillos sepultados en las cavidades de unos zapatos de colosal tamaño, todo era en ella gracioso; así apareció Magdalena riéndose de nosotros de la manera más alegre, franca y bonachona.

El bote estaba más allá de los pantanos. Nos decidimos e hicimos nuestros últimos preparativos; cada uno llevaría su ropa, una lima y cuatro o cinco chelines en una bolsa, todo envuelto en un trozo de tela impermeable, formando un paquete, atado a la espalda. Las lías pequeñas para sujetarnos al pie las sandalias de madera las llevaríamos, mientras íbamos nadando, atadas al cuello.

Por mucho que lloviese, Novillo no dejaba de venir a la Rúa Ruera, bien provisto de chanclos de goma, polainas de cuero, un impermeable con capucha y, además, un paraguas abierto. Se guarecía en un portal, y allí montaba la centinela a la soberana de su corazón. ¿Qué habría sucedido ahora?

El pudor, que es el sentimiento más afinado en la naturaleza de la mujer, fue lo primero que vibró en la de Nieves al recobrar ésta el dominio de su razón. Notó la flojedad del cuerpo de su vestido, mirose, le vio desentallado, reparó en el impermeable que la cubría los hombros; Y con una mirada angustiosa preguntó a Leto la causa de ello.

Don Mariano sintió que un torrente de palabras irritadas y coléricas se le agolpaban a la garganta, pero no pudo darle salida. Lo único que hizo fue echarle el impermeable encima a su hija, dejando escapar una especie de gruñido de elocuencia conmovedora. Cesó de llover al fin.

Tendía sus manos al sol, volvía el rostro para sentir el calor en ambos lados, y al fin se despojó del impermeable y lo abandonó en la baranda, prefiriendo a la tibieza de su envoltura los rayos directos del astro. Deje que me caliente un poco. No me mire así.

Parecía más grande, más fuerte, á pesar de la palidez verdosa que descoloraba su rostro. Las dos señoras iban vestidas de luto, con luengos velos. De luto también el padre, hundido en su asiento, con aspecto de ruina, las piernas cuidadosamente envueltas en una manta de pieles. René conservaba su uniforme de campaña, llevando sobre él un corto impermeable de automovilista.

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