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Actualizado: 1 de octubre de 2025
Desdicha, el gato errante y hambriento, que había presenciado aquella escena, huía por los aleros ondulantes con un galope de terror; y en un alambre tendido sobre el hueco de la tronera, dos golondrinas, recién llegadas, coqueteaban en un delicioso palique discutiendo sus proyectos de anidar....
La pobre estaba hecha á estas pruebas y podía considerarse la persona más violada de todo Méjico. En su vida no había servido para otra cosa. Pero la gente, que se imaginaba vivir libre por algún tiempo de la calamidad de las sublevaciones militares, huía miedosa al ver que volvían á empezar.
Entró resueltamente en el pequeño jardín, y le pareció distinguir sobre unas matas el rostro azorado del jardinero asomando un momento para volver á ocultarse con precipitación... ¡Algo rara la curiosidad de este hombre y su gesto despavorido! Pero huía, y el príncipe alabó su prudencia. Fué subiendo, con palpitaciones de emoción, los cuatro escalones de la puerta.
No merecía la pena de reconocerme en libros conmovedores cuando huía de mí mismo. Tenía que encontrarme mejor o peor; si mejor, la elección era superflua y, si peor, era un ejemplo que no debía ser buscado.
El pobre Juan al lado de ella se mostraba como avergonzado. Huía de su presencia, no atreviéndose a mirarla. Si sus manos se rozaban, al levantar juntos las almohadas del señor Aubry, él palidecía de angustia, y, en el silencio de la alcoba, María Teresa sentía los latidos precipitados de aquel corazón sobre el cual, una noche, se había apoyado cariñosamente.
Desde la noche del suceso, huía de encontrarse a solas con ella. Era bien fácil, porque Cecilia tampoco tenía deseo alguno de cruzar la palabra con la infiel. Gonzalo, enteramente seguro ya de ella, gozaba de esta seguridad con deleite. Entre los esposos había habido con tal motivo una recrudescencia de cariño. Ventura le había exigido que nunca más volvería a dormir fuera de casa.
Nélida huía; la pobre Mina se ocultaba, como si experimentase mayor vergüenza que él; Maud apenas era un vago recuerdo... Pasó la norteamericana varias veces junto a él, sin reparar en su persona, y hasta lo empujó en una de estas evoluciones.
Irritado a causa de este apartamiento, acabó por hablarle con hostilidad. Era un Maltrana distinto al de los días anteriores. Nélida le había influenciado, participaba de sus odios, y tal vez por esto huía de él como si fuese un enemigo.
¿No te lo decía yo, mujer? murmuraba Teresa al oído de Valentina mirando a nuestra joven. Si la señorita Cecilia no puede querer a nadie. Gonzalo huía de entrar en la sala de costura. Cuando alguna vez lo hacía, se mostraba tan alterado y confuso, que las bordadoras se guiñaban el ojo sonriendo.
El conde Segismundo era arrogante, pero alegre y franco: gustaba de la guerra y de la mesa, y era poco aficionado a los libros y a la soledad, no ocupaba las noches en sombrios desvelos; las suyas estaban consagradas a los festines y a las diversiones. No se le veia ir errante por las montanas o por los bosques, como uen lobo silvestre, no huia de los hombres ni de sus placeres.
Palabra del Dia
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