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Actualizado: 1 de octubre de 2025


Y no era ya su novio infantil, sino Julio Lagos el amante que en su visión interior bajaba con ella al sepulcro, besándola sobre los ojos; y entre la masa negra de los cipreses, huía el sudario del otro. De pronto, en una brusca caída a la realidad, la sacudió el traqueteo y el ruido más fuerte del tren.

Corría velozmente; no me atrevo a decir que huía. «Este bicho pensaría él es demasiado grande para Luego, cuando el moscardón se ha amansado, Ron, que estaba a su derecha, ha descrito un perfecto medio círculo y se ha colocado frente a frente de su adversario. Entonces el moscardón se ha movido, y Ron ha desandado el camino recorrido.

En la alegre zambra, el primer duro que se gastaba era el suyo, y en la contienda, el último que huía era él.

El rostro de la muchacha fue delator del libro: Pepe entró y, quitándoselo de las manos, lo hojeó unos instantes mientras ella huía avergonzada, sintiendo por primera vez en su vida una llamarada de vergüenza que la abrasó la cara.

Continuaba visitando al mayorazgo de vez en cuando, pero huía de toda conversación metafísica. La salud de D. Álvaro empeoraba a ojos vistas desde la llegada y súbita partida de su esposa. Su tristeza, su estado miserable le inspiraban cada día más compasión. El horror que antes sentía hacia él había desaparecido.

Sobre aquel suelo se había arrodillado su marido muchas veces. Y este pensamiento bastó para que se sintiera atraída por la imagen, contemplándola con religiosa confianza, cual si la conociera desde la niñez. Moviéronse sus labios repitiendo oraciones con automática velocidad, pero su pensamiento huía del rezo, como arrastrado por los ruidos de la muchedumbre que llegaban hasta ella.

Fernando creyó igualmente que el músico huía de mostrarse ante su mujer en esta forma cortés tan contraria a la realidad, temiendo sin duda la muda ironía de sus pensamientos. Quedaron solos hasta cerca de media noche en un rincón de la cubierta, teniendo entre los dos al pequeño Karl, que empezaba a familiarizarse con Ojeda.

Veía por todas partes á Dorotea, engalanada, pero lívida, horrible. Huía de mismo, pretendiendo huir de ella, en vano; porque la llevaba consigo, porque su locura había dado una forma real á sus remordimientos. El infeliz se había quedado solo.

Entonces el teniente ordenó con voz colérica: ¡Fuego a discreción! Un tiroteo incesante partió de la media compañía formada en batalla. Pero el solitario enemigo ni huía ni caía. En pie sobre la roca, sin intentar siquiera guarecerse detrás de alguna piedra, seguía cargando y disparando su arma, repitiendo siempre con voz terrible: ¡Viva Carlos Séptimo! ¡Viva la religión!

Poco despues pusieron en fuga á nuestra caballeria, que perseguida por los rebeldes, huia del mismo modo, dejando á los fusileros cortados á su retaguardia.

Palabra del Dia

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