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Actualizado: 6 de junio de 2025


No tenía motivo para negarme a recibirle en mi habitación algunos días. El dueño de la fonda me lo presentó como un antiguo huésped a quien debía muchas atenciones: si me negaba a compartir con él mi cuarto, se vería en la precisión de despedirle por tener toda la casa ocupada, lo cual sentía extremadamente.

No entiendo lo que decís, huésped, en eso de ser y no ser vuestra criada la fregona. Yo he dicho bien añadió el huésped ; y si vuesa merced me da licencia, le diré lo que hay en esto, lo cual jamás he dicho a persona alguna. Primero quiero ver a la fregona que saber otra cosa; llamadla acá dijo d Corregidor. Asomóse el huésped a la puerta de la sala, y dijo: ¿Oíslo, señora?

Me así del borde de la mesa para no caer. ¡Vamos! ¡valor, valor! murmuró él poniéndome la mano en el hombro. La fiebre, ese terrible huésped, está allí y no es tan fácil despedirla. Yo apreté los dientes: no quería que me viera temblar. Ya había oído hablar con frecuencia del peligro de la fiebre puerperal, aunque no pudiera formarme una idea de sus terrores. ¿Roberto lo sabe?

Despertóme a ; y, no contento con esto, bajó al huésped para que le diese luz, diciendo que había hallado objeto fijo a la estocada sagita por la cuerda. El huésped se daba a los diablos de que lo despertase; y tanto le molestó, que le llamó loco. En esto amaneció, vestímonos todos y pagamos la posada.

No, no: vamos a pie. Anda, no seas niño; un pesetero nos lleva en seguida. ¡No!: quiero ir a pie. Y pronunció el no firme, rotundo, seco, como quien suele dar a la palabra la energía de una voluntad terca. Entonces, vamos deprisa, que estarán impacientes. Echaron a andar. La mañana era fresca y agradable. Madrid recibía a su huésped con un cielo azul, limpio y hermoso.

La de Febrer recibía como huésped a un noble improvisado, recién salido de la nada, cuyas lejanas hazañas y visibles riquezas inspiraban entusiasmos y murmuraciones.

Desde que soy tu huésped, pienso a todas horas en tu hija: desde que conocí lo ocurrido en esta casa, me propuse que la infeliz víctima volviese a ti. ¿No quieres que vuelva? Pues yo soy el que se va.

El que mas alteraba y movia los ánimos contra Roger y los Catalanes, era George cabeza de los Alanos; que con deseo de tomar satisfaccion intentaba todos los medios que podia; finalmente, ó fuese por solo su motivo, ó con permision y órden del Emperador Miguel; el dia antes de partida de Roger, estando comiendo con el Emperador Miguel y la Emperatriz María, gozando de la honra que sus Príncipes le hacian, entraron en la pieza donde se comia George Alano, Meleco Turcople con muchos de los suyos Gregorio; el primero cerró con Roger, y después de muchas heridas con ayuda de los suyos le cortó la cabeza, y quedó el cuerpo despedazado entre las viandas y mesa del Príncipe, que se presumia habia de ser prenda segurísima de amistad, y no lugar donde se quitase la vida á un Capitan amigo, y de tantos y tan señalados servicios, huésped suyo, pariente suyo y como tal, honrado en su casa, en su mesa y en presencia de su mujer y suya.

Reñimos en entrando el huésped: «¿Es posible que no he de ser yo poderoso para que barra esa moza? Perdone V. Md., que han comido aquí unos amigos, y estos criados...», etc. Quien no nos conoce cree que es así y pasa por convite. Pues ¿qué diré del modo de comer en casas ajenas?

Vivía en París como en una hospedería: era posible que permaneciera mucho tiempo en ella, y hasta que en ella muriese; pero siempre me consideraría huésped y estaría como de paso.

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