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»¿Quién es esta señora? pregunté a mi huésped. »Me hizo una reverencia y repuso: »¿Es posible que la señora no haya reconocido a Su Majestad la Reina? »¡La Reina! exclamé, dominada por el espanto.

Era yo un huésped esperado que volvía, que debía volver, y que una vieja costumbre había hecho familiar de la casa. ¿No me encontraba a mi vez completamente a mi satisfacción? Aquella intimidad, que comenzaba apenas, ¿era antigua o nueva?

Gonzalo, mal prevenido contra el egregio huésped, se había llegado a cansar de aquel monólogo de pintura, y cambiaba frases por lo bajo con su cuñada, embromándola, como de costumbre, con lo poco que comía: Vamos, Huesitos, otra chuleta, no te vergüenza porque este señor esté delante. Ya le hemos dicho que no se sorprendiera de verte comer tanto.

La mala sopa y el peor cocido con que Doña Antonia de Trastamara y Peransúrez le alimentaba eran tales, que no bastarían para mantener en pie á un cartujo. Y aún así, Doña Antonia de Trastamara y Peransúrez, tan noble de apellido como fea de catadura, solía quejarse de que el huésped no pagaba; horrible acusación que hiela la sangre en las venas, pero que es cierta.

Llegóse luego al huésped, y díjole: "Señor, déme vuestra merced dos asadores para dos o tres ángulos, que al momento se los volveré." "¡Jesús! dijo el huésped . Déme acá vuestra merced los ángulos, que mi mujer los asará, aunque aves son que no las he oído nombrar." "Que no son aves dijo volviéndose a Mire vuestra merced lo que es no saber!

Llegó la noche, volviéronse a casa; hubo sarao de damas, porque la mujer de don Antonio, que era una señora principal y alegre, hermosa y discreta, convidó a otras sus amigas a que viniesen a honrar a su huésped y a gustar de sus nunca vistas locuras. Vinieron algunas, cenóse espléndidamente y comenzóse el sarao casi a las diez de la noche. Entre las damas había dos de gusto pícaro y burlonas, y, con ser muy honestas, eran algo descompuestas, por dar lugar que las burlas alegrasen sin enfado.

-Más dice la señora Teresa de lo que piensa -dijo el paje-; y denme de comer y despáchenme luego, porque pienso volverme esta tarde. A lo que dijo el cura: -Vuestra merced se vendrá a hacer penitencia conmigo, que la señora Teresa más tiene voluntad que alhajas para servir a tan buen huésped.

No le parecieron bien al ventero las burlas de su huésped, y determinó abreviar y darle la negra orden de caballería luego, antes que otra desgracia sucediese. Y así, llegándose a él, se desculpó de la insolencia que aquella gente baja con él había usado, sin que él supiese cosa alguna; pero que bien castigados quedaban de su atrevimiento.

Cuando pisé Cádiz, sentí un verdadero placer. Hubiese querido ir a Lúzaro, pero el curso empezaba, y don Ciriaco opinó que no debía perder ni un día de clase. El capitán me presentó en la escuela de San Fernando y me llevó a casa de una señora conocida suya en esta ciudad, para que me tuvieran de huésped.

Cayeron luego el ventero y la ventera en que el loco era su huésped, el del bálsamo, y el amo del manteado escudero, y contaron al cura todo lo que con él les había pasado, sin callar lo que tanto callaba Sancho.