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Actualizado: 19 de septiembre de 2024
Desde este tiempo fue tan desgraciada una muger digna de mejor suerte. Cualquier persona que sepa lo que son los celos, podrá juzgar de los que tenia Doña Juana, pues se presumia que hasta su sombra iba á arrebatarle un esposo tan querido.
En fin, Ricardo presumía que su amada tenía más cabeza que corazón, o él no sabía lo que se pescaba. Y poco a poco y a impulso de estas dudas que andaban cerca de ser certezas, nació en su espíritu cierto desvío del amoroso recuerdo que le embargaba. Cuando pensaba en la María de otros tiempos, tan alegre, tan gentil, tan bulliciosa, solía enternecerse y derramaba lágrimas.
Este clérigo, de edad de treinta y cinco a cuarenta años, alto, de facciones regulares, ojos grandes y negros sin expresión, y figura triste y descuadernada, presumía, según pública voz, de guapo, lo mismo que de inteligente, maligno, ilustrado, etc., etc.
Estaba cubierto con una manta de mujer, lo cual impedía observar lo que en él se guardaba, aunque bien se presumía. Desde Moisés, los canastillos misteriosos parecen destinados a guardar infantes. El rebozado, ya desarrebozado, tiró tres veces del cordón de la campana, y al instante, desde arriba, abrieron por medio de otra cuerda.
Nos dimos la mano con timidez, sin decirnos palabra. Yo no estreché la suya: ella no estrechó la mía; pero las conservamos unidas un breve rato. En la mirada que Pepita me dirigió nada había de amor, sino de amistad, de simpatía, de honda tristeza. Había adivinado toda mi lucha interior: presumía que el amor divino había triunfado en mi alma; que mi resolución de no amarla era firme e invencible.
El Magistral lo presumía y habló como si fuera delante de testigos. ¿Es usted criada de la señora de Quintanar? Sí, señor; su doncella. ¿Viene usted de su parte? Sí, señor; traigo una carta para Usía. Aquel usía hizo sonreír al Provisor, que lo creyó muy oportuno. ¿Y no es más que eso? No, señor.
Mientras las manos trabajaban poniendo en orden los bártulos, el cerebro tampoco descansaba, saltando por encima de los sucesos del verano, o lo que es igual, por los varios y poéticos lances de su amoroso devaneo. Y observó con cierta sorpresa que su corazón estaba más ligado de lo que presumía a la hermosa y sencilla aldeana. ¡Cosa más rara!
Y del Espíritu Santo prosiguió el padre; apéense y hablaremos. Aquí empezaron a aparecer algunos facciosos y alborotados, con un Carlos V cada uno en el sombrero por escarapela. Nada entendía a todo esto el francés del diálogo; pero bien presumía que podía ser negocio de puertas.
El maestro Raimundico había leído no pocos periódicos y algunos libros, iniciándose en varias ciencias morales y políticas, y sobre todo en una novísima, que las comprende casi todas, y que se llama Sociología. Mas no por eso presumía de orador, de sabio o de hombre de consejos. Su orgullo se cifraba en ser hombre de acción y completamente práctico.
Ya tenía ella averiguada la transformación de Juanita de zagalona rústica en algo que presumía de dama, y ya sabía, merced a las investigaciones de Cristina, que Juanita iba a lucir aquel día un maravilloso traje de lo más a la moda y señoril que se había visto nunca en aquel lugar y en muchas leguas a la redonda. El éxito sobrepujó, no obstante, todos los presentimientos y temores de doña Inés.
Palabra del Dia
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