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Actualizado: 1 de octubre de 2025
Asegurado el tirano de su propio juez, que sorprendió inopinadamente cuando estaba comiendo, publicó se hallaba autorizado con una real Cédula para proceder de aquel modo, y substanciándole la causa en pocos dias, el 10 del propio mes le quitó la vida en una horca, en la plaza pública de su pueblo, y apoderándose de todos sus bienes, pasó á hacer la misma egecucion con el de la provincia de Quispicanchi, que no tuvo efecto por haber huido á la ciudad del Cuzco, á donde llevó la noticia del suceso de Tinta.
No son celos; es curiosidad solamente. Mejor es así. Nada más fastidioso que los celos. Voy a satisfacer tu curiosidad. Ese conde está bastante tronado. Es un perdido, jugador y mala cabeza; pero tiene más vanidad que D. Rodrigo en la horca. Se empeñó en que mi niña le quisiera y se casase con él, y como la niña le ha dado mil veces calabazas, está que trina.
¡Ah! pero... el veneno... yo no he pensado jamás en eso... Buscad el veneno. Montiño se acordó entonces de que tenía en el bolsillo los polvos que le había dado envueltos en un papel el paje Cristóbal Cuero. ¡El veneno! exclamó ¡un veneno que mata en cinco minutos! ¡como murió ayer el paje Gonzalo!... Eso es... No... y cien veces no... Pues á la horca por asesino.
En cuanto Sepúlveda se sentaba satisfecho, como el que hincó el alfiler donde quiso, se ponía el clérigo en pie, magnífico, regañón, confuso, apresurado. «¡No es verdad que los indios de México mataran cincuenta mil en sacrificios al año, sino veinte apenas, que es menos de lo que mata España en la horca!» «¡No es verdad que sean gente bárbara y de pecados horribles, porque no hay pecado suyo que no lo tengamos más los europeos; ni somos nosotros quién, con todos nuestros cañones y nuestra avaricia, para comparamos con ellos en tiernos y amigables; ni es para tratado como a fiera un pueblo que tiene virtudes, y poetas, y oficios, y gobierno, y artes!» «¡No es verdad, sino, iniquidad, que el modo mejor que tenga el rey para hacerse de súbditos sea exterminarlos, ni el modo mejor de enseñar la religión a un indio sea echarlo en nombre de la religión a los trabajos de las bestias; y quitarle los hijos y lo que tiene de comer; y ponerlo a halar de la carga con la frente como los bueyes!»Y citaba versículos de la Biblia, artículos de la ley, ejemplos de la historia, párrafos de los autores latinos, todo revuelto y de gran hermosura, como caen las aguas de un torrente, arrastrando en la espuma las piedras y las alimañas del monte.
¡Vete, vete, canalla, no me des coba tan sucia! Después que has sido para mí un perro te vienes con esa. Un ladrón en la horca no está más arrepentío que yo, María. Díme que me tire al agua y me verás hacerlo. ¡Ya! Si te mandase tirarte al vino, acaso... ¡Si supieses las penitas que estoy pasando! ¡Calla, calla, perro! Eso es, las de un perro cuando le cortan el rabo.
La luz que ellos apagaron se enciende en las tinieblas donde el alma vivía, y para que mi linaje, donde hubo santos y grandes capitanes, no lo cubran mis hijos de oprobio, acabando en la horca por ladrones, les repartiré mis bienes y quedaré pobre, pobre de pedir por las puertas.... Ahora probemos entre los dos a levantar la sepultura.... ¡Quiero ver a mi muerta!... ¡Acaso me hable!
No hay duda de que es cierto, hijo mío. Ten resignación y no nos des un disgusto. Cuidado con el suicidio. ¿Yo? dije afectando indiferencia. Toma, toma aire, que te incendias por todos lados me dijo agitando delante de mí su abanico . Don Rodrigo en la horca no tiene más orgullo que este general en agraz. Cuando esto decía, sentí la voz de doña Flora y los pasos de un hombre.
Repararon los jueces en el juramento y dijeron: ''Si a este hombre le dejamos pasar libremente, mintió en su juramento, y, conforme a la ley, debe morir; y si le ahorcamos, él juró que iba a morir en aquella horca, y, habiendo jurado verdad, por la misma ley debe ser libre''. Pídese a vuesa merced, señor gobernador, qué harán los jueces del tal hombre; que aun hasta agora están dudosos y suspensos.
Los naturales los recibieron abiertas las puertas, como quien escapaban de tan dura servidumbre, pareciéndoles que con esto alcanzarian perdon de haberse entregado antes fácilmente á los Turcos. Roger perdonó la multitud del pueblo, pero castigó gravemente á muchos. Cortó la cabeza al Gobernador, y al más principal viejo del regimiento condenó á la horca.
Pálido, contraído, yerto, con la boca dilatada, los ojos fijos, desencajados, espantosos, los brazos extendidos, crispados los dedos, erizados los cabellos, temblando todo, estaba horrible por el terror que sentía; detrás de aquella perdiz verde veía un cadáver... el cadáver de la reina, y detrás del cadáver de la reina, los dos palos escuetos y rojos de la horca.
Palabra del Dia
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