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Si aquellas casas eran tiendas de menguado surtido, la de doña Trina destacaba al modo de vasto y rico almacén, con géneros únicos de fabricación única. Verdad que no se podía sacar sino el género; luego se exigía cierta diligencia para darle hechura.

En la mesa de casa de doña Trina no podía faltar un republicano acreditado. Este don Celedonio era sucesor de aquel jefe del partido republicano de Tarazona, ciudadano de gran desparpajo y barba bipartita, como ubre de cabra. Como usted guste respondió don Guillén espontáneamente.

El hospedaje de doña Trina lo patronizaban tantos pupilos y huéspedes flotantes, que no bastando para contenerlos el amplio y profundo piso de la calle de Hortaleza, como si dijéramos la metrópoli hospederil, la señora había alquilado otros cuartos, al modo de colonias, en los aledaños y calles contiguas, uno de ellos en la calle de la Reina, que es donde yo tenía mis aposentos.

La regencia trina... seis, o por mejor decir, ocho. Y Ángel I... nueve. ¡Ah!, se me olvidaba el de Portugal que anda remiso... y Montpensier. Once. ¿Qué tal? Pero... así, candidatos formales.... ¡Mozo, café y cognac! No, gracias, lo tomé en casa.... Claro: candidatos serios, por hoy, don Carlos y la república.

Después de separarme del señor de Fraile, recorrí algunos de estos heteróclitos albergues, hasta que posé definitivamente bajo los hospitalarios Penates de doña Trina, cobijo llevadero por la abundancia, ya que no por la delicadeza de bastimentos, y, sobre todo, lugar ameno, si los había, a causa de la afluencia de gentes de todo estado, edad y condición: sacerdotes, toreros, políticos, tahures, comerciantes, covachuelistas, militares, estudiantes, labriegos, inventores, pretendientes, petardistas; ingredientes y rebabas del revoltiño social, que allí se mezclaban desde todos los rincones de Iberia.

»Doña Marcela está con esto que trina, porque gusta de ser desdeñosa sin que el desdén parezca forzado, y porque no acepta la tutela o mejor dicho el cautiverio en que galán tan crudo la tiene. »A fuerza de oír tales cosas, pues no es otro el principal asunto de las más frecuentes conversaciones de por aquí, pronto comenzó a hervirme la sangre contra la insolencia de Currito el Guapo.

470 En semejante ejercicio se hace diestro el cazador: cai el piche engordador, cai el pájaro que trina; todo bicho que camina va parar al asador. 471 Pues allí a los cuatro vientos la persecución se lleva; nadie escapa de la leva y dende que el alba asoma ya recorre uno la loma, el bajo, el nido y la cueva.

Al saludo jovial de la cañada y del sipao que trina en la enramada, su romántica y triste serenata, van pasando sus linfas transparentes bajo el arco de hierro de los puentes como una eterna procesión de plata. En la aurora de mi vida, aún sin dolores aciagos, te he visto, de azul vestida, flotando en mis sueños vagos.

No son celos; es curiosidad solamente. Mejor es así. Nada más fastidioso que los celos. Voy a satisfacer tu curiosidad. Ese conde está bastante tronado. Es un perdido, jugador y mala cabeza; pero tiene más vanidad que D. Rodrigo en la horca. Se empeñó en que mi niña le quisiera y se casase con él, y como la niña le ha dado mil veces calabazas, está que trina.