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Actualizado: 21 de julio de 2025
Si decía, verbigracia: «Elenita, ¿por qué no canta usted?» la interpelada le miraba la cara con temor, y en la de los demás empezaba a dibujarse una sonrisa que quería significar: «¿Qué coba se traerá este señor?» Si expresaba su sentimiento por cualquier desgracia de un prójimo, aunque lo hiciese con sinceridad, no faltaba alguno que exclamase riendo y poniéndole una mano sobre el hombro: «¡Don Acisclo, usted no perdona a nadie!» Y D. Acisclo, halagado en su talento humorístico, aunque no hubiese tenido intención de burlarse, comenzaba desde aquel punto a hacerlo.
Volvió Lucía la cabeza, y fijose en las ventanas, cerradas a la sazón, al través de los cuales se veía a intervalos cruzar una figura de mujer provecta, la cabeza adornada con la tradicional coba guipuzcoana, sujeta con dos agujones dorados.
¡Vete, vete, canalla, no me des coba tan sucia! Después que has sido para mí un perro te vienes con esa. Un ladrón en la horca no está más arrepentío que yo, María. Díme que me tire al agua y me verás hacerlo. ¡Ya! Si te mandase tirarte al vino, acaso... ¡Si supieses las penitas que estoy pasando! ¡Calla, calla, perro! Eso es, las de un perro cuando le cortan el rabo.
Palabra del Dia
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