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Actualizado: 19 de julio de 2025


Al lado de su madre, Josefina parecía el nuevo brote de una flor hermosísima: la madre era como esas rosas que han agotado ya la pompa de sus galas desplegando todos sus pétalos a las caricias de la luz; ella, como esos capullos entreabiertos que comienzan a esparcir en torno suyo olor suave y débil. Su traje era blanco también, pero en el tocado y los prendidos, las flores sustituían alas joyas.

Esto se parece á la manera cómo se hacen los caballos de la cartuja de Jerez dijo el conde de Haro, á quien convenía una alianza con el duque de Gandía, y á quien la tiesa extravagancia de éste hacía feliz. En efecto, quiero un heredero robusto y hermoso; por lo mismo os pido esa hermosísima hija que tenéis... que se quedará viuda pronto con un título ilustre y con cien mil ducados de renta.

A lo que respondió don Quijote: -Por cierto, hermosísima señora, que no debió de quedar más suspenso ni admirado Anteón cuando vio al improviso bañarse en las aguas a Diana, como yo he quedado atónito en ver vuestra belleza.

Dorotea le miraba, le sonreía, y le mostraba una hermosísima mano. De una manera irreflexiva, dominado por la situación, por la magia poderosa que se desprendía de Dorotea, por aquella voluptuosidad concentrada, por decirlo así, don Juan cayó de rodillas, y asió la mano de Dorotea y quiso llevarla á sus labios. Pero Dorotea la retiró.

En suma, hermosísima noche, una de esas noches ante las cuales se dilata el alma y se ensancha el corazón; en que el pensamiento vuela de estrella en estrella, y en que, olvidados de las miserias de la triste vida terrena, quisiéramos volar y subir hasta más allá de los últimos astros, para perdernos y abismarnos en las soledades misteriosas del éter.

Pero cuando don Eugenio le invitó con alegre cordialidad a pasar en Naya el día del patrón, aceptó de buen grado, comprometiéndose a no faltarle. Según lo convenido, subió a Naya la víspera, rehusando la montura que le ofrecía don Pedro. ¡Para legua y media escasa! ¡Y con una tarde hermosísima!

Yo... te amaba como dices, con el deseo antes de hoy: te amé de ese modo desde el punto en que te vi... Pero desde hoy, Dorotea, te amo con un amor que no puede confundirse con nada, porque tu amor me ha obligado á amarte; me has procurado la libertad, y con la libertad la vida, no á precio de qué sacrificio; has podido satisfacer tus celos, vengarlos, diciendo á mi mujer: «, su esposa; , la dama hermosísima, noble, rica, favorita de la reina, no has podido salvarle; y yo, la cómica, yo, su querida, le he salvado»; y no has hecho eso, Dorotea; has sufrido tu despecho, tu desesperación, y has hecho llegar por las manos del rey á mi mujer la orden que me ponía en libertad; sabías que yo libre había de partir de Madrid y, sin embargo, la libertad me has dado; ¿cómo quieres que no te ame, á no ser que creas que soy un miserable?

La cizaña puede ahogar el trigo y no habrá buena cosecha si el haza no se escarda y no se limpia de mala hierba con el almocafre, mientras que, por el contrario, casi es indispensable que el espíritu humano produzca millares de cosas pequeñas y deformes, para que brote de entre ellas una que sea hermosísima y grande, predestinada por su valer á vida inmortal y gloriosa.

Hoy he visto en el cementerio de Bussieres un cuerpo de mujer muy bien conservado, a pesar de haber transcurrido muchos años desde su enterramiento. Debió ser una hermosísima mujer a juzgar por las apariencias. Tiene en el dedo un anillo nupcial y un rosario engarzado en las manos. Parece que está dormida, y espera de este modo el eterno despertar.

Ya sabía yo dijo el soldado que la acometida alegre del perro no pudiera ser sino por la llegada de la hermosísima María; él paga con sus fiestas y escarceos sus obligaciones de agradecimiento, así como yo las guardo en lo más íntimo del corazón, para manifestarlas en tiempo que puedan ser de algún útil.

Palabra del Dia

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