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Su rostro se animó de nuevo, acogiéndose con plena convicción a una probabilidad como esa, profundamente razonable. A las tres golpeaba en casa del doctor Arrizabalaga. Una súbita carrera por el patio respondió al timbre, y Lidia, para detener el impulso, tuvo que cogerse violentamente a la puerta vidriera.

Hasta aquí el squire no había dado la bienvenida de un modo señalado más que a los jefes de familia a su llegada; pero siempre, a medida que avanzaba la tarde, su hospitalidad irradiaba con más amplitud, hasta que golpeaba las espaldas de los invitados más jóvenes y manifestaba la particular satisfacción que le proporcionaba su presencia.

Había olvidado absolutamente todo cuidado por su dignidad, y como una ninfa ebria, llenaba el soto con los estallidos de su alegría casi convulsiva. Golpeaba sus manos, y á través de sus carcajadas, gritaba con voz entrecortada: ¡Bravo, bravo, señor de Bevallan! ¡Lindísimo, delicioso, pintoresco! ¡Oh, Salvator Rosa!

Y al decir esto se golpeaba el pecho o abría los brazos como si ofreciese su vida al joven, suplicándole que le matase. Algunos transeúntes acortaban el paso y miraban al viejo, que movía los brazos y las piernas cual si retase a invisibles enemigos. Calma, señor Vicente dijo Maltrana . Cuídese; guarde la vida para servir a su Dios.

Además, los invitados habían empezado á bailar en los salones y el pianista golpeaba rudamente el teclado. Unas palabras confusas llegaron hasta él. La pareja del gabinete levantaba el tono de su conversación á causa del ruido. Tal vez las emociones de su diálogo les hacían olvidar también toda reserva. Reconoció la voz de Fontenoy. ¿Para qué frases dramáticas?... no eres capaz de eso.

Por estas cosas del Tarumbo, cuando su mujer estaba sana le golpeaba casi a diario, y hoy que no puede hacer lo mismo, le dice a cada instante los mayores improperios, los cuales sufre él con igual resignación que los golpes de otras veces; porque, en medio de todo, es un bendito, y por eso no sabe uno si compadecerle o si reírse de sus manías.

El viento de la noche, que golpeaba las hojas de la ventana, me murmuraba: «¡Es necesario! ¡es necesarioAl mismo tiempo una voz ligera, suave y acariciadora como una melodía, me decía: «Lo verás otra vez, sentirás su mano en la tuya, oirás el sonido de su voz, quizá oirás hasta su risa; ¿no es la felicidad lo que vas a llevarle, la felicidad de su vida

El viento movía blandamente el ala de su chambergo y levantaba leves nubecillas de polvo que los cascos del azulejo removían aún de entre el césped, de tal modo era enérgica la fuerza con que los golpeaba.

Luisa golpeaba el suelo con el pie, y luego, abrazando a Juan Claudio por tercera vez, le dijo cariñosamente: Vamos, papá Hullin; la señora Lefèvre ha dicho que ... ¿Serás más malo que ella? ¡Ah! ¡Si supieras cuánto te quiero! El buen hombre, enternecido por tales palabras, se había sentado y volvía hacia otro lado la cabeza para no dejarse vencer y para no dejar que su hija le besara.

La señora le oía y se reía. ¡Qué cabeza más destornillada! era un tarambana, y nunca haría cosa de provecho, si no tenía más juicio y no dejaba de lado aquellas ideas de fortunas improvisadas, que le quitaban el sueño. Dióle el billete de dos pesos, que sacó de su cartera de tafilete, a tiempo que don Pablo Aquiles golpeaba las manos en la puerta del comedor, impaciente.