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Actualizado: 17 de mayo de 2025
La duquesa de Gandía se inclinó profundamente y salió. Apenas se retiró, la reina salió del dormitorio, y cerró la puerta de su recámara, volviendo otra vez junto al rey. Felipe III y Margarita de Austria estaban solos mirándose frente á frente.
Ciertamente; si al rey don Felipe no se le hubiera ocurrido armar la Invencible y enviarla á saludar á la reina de Inglaterra, la tempestad no hubiera deshecho la armada; no hubiera ido un jinete al Escorial á dar al rey la nueva del fracaso; la duquesa de Gandía no hubiera ido al cuarto de la infanta doña Catalina, ni el duque de Osuna al coro en busca del rey; no se hubieran encontrado, pues, á obscuras duquesa y duque; no hubiera nacido Juan, y no existiendo Juan, al soltarme de San Marcos me hubiera yo ido á Nápoles en vez de venirme á Madrid, y no me hubiera encontrado con la buena, buenísima hija del duque de Lerma: ni ella me hubiera dado la carta de la camarera mayor para su padre, ni por consecuencia, hubiera yo encontrado en el zaguán del duque á Juan Montiño, ni hubiera salido por el postigo de la casa del duque después de haber hablado con su excelencia, ni hubiera encontrado á Juan Montiño, que me acometió equivocándome con don Rodrigo, á quien esperaba para matarle, y si yo no hubiera estado allí cuando don Rodrigo salió, Juan Montiño muere; porque Francisco de Juara, que guardaba las espaldas á don Rodrigo, no se hubiera encontrado con mi espada, hubiera dado un mal golpe por detrás á nuestro mancebo, mientras don Rodrigo le entretenía por delante.
Esto se parece á la manera cómo se hacen los caballos de la cartuja de Jerez dijo el conde de Haro, á quien convenía una alianza con el duque de Gandía, y á quien la tiesa extravagancia de éste hacía feliz. En efecto, quiero un heredero robusto y hermoso; por lo mismo os pido esa hermosísima hija que tenéis... que se quedará viuda pronto con un título ilustre y con cien mil ducados de renta.
Un mes después, la duquesa de Gandía recibió por un correo expreso una larga carta del duque de Osuna. El poderoso grande estaba completamente satisfecho de su hijo y de su esposa, que se amaban con toda su alma y eran felices. A la carta de Osuna acompañaban una de don Juan y otra de doña Clara. Aquellas cartas respiraban felicidad.
El duque acabó de aturdirse, y como siempre que esto le acontecía, mandó llamar á su secretario. Pero antes de que éste llegase, tuvo gran cuidado de guardar en su ropilla la carta de la duquesa de Gandía. A poco entró en el despacho del duque un hombre como de treinta á treinta y cuatro años.
Vaca, cura y beneficiado en Toledo; Lupercio Leonardo de Argensola, secretario de la Emperatriz y después del rey de Nápoles; el licenciado Martín Chacón, familiar del Santo Oficio; el Dr. Tárrega, canónigo del Aseo de Valencia; Gaspar Aguilar, secretario del duque de Gandía; Juan de Quirós, jurado de Toledo; el Dr.
Decid á su excelencia, vuestro amo, que soy la duquesa de Gandía. Dió otro paso atrás el maestresala. Mirad dijo Quevedo ganando aquel paso. Y mostró al maestresala el sobrescrito de la carta que le había dado la de Lemos. Acabáramos dijo el maestresala ; con haber dicho que teníais que entregar á su excelencia en propia mano... Esta carta viene sola.
Es hijo bastardo del duque de Osuna, y de la duquesa de Gandía. ¡Cómo! exclamó el padre Aliaga ; ¡el duque de Osuna y la duquesa!... esta carta no dice nada de eso... cuenta sólo, que ese joven es hijo ilegítimo de padres nobles... ¡Ah! ¡no sabíais los nombres de los padres de ese caballero! No... pero vos, ¿cómo lo sabéis?
Si queréis ver antes que nadie esas joyas, os daré gusto. Isabel. Apareció una doncella. Trae un cofrecillo que hay en mi retrete, aquel cofre de sándalo donde yo guardo mis alhajas. ¿Y decís continuó doña Clara que la duquesa de Gandía vendrá por nosotros como madrina en nombre de la reina? Así me lo ha dicho su majestad. Ved el aderezo de que os he hablado dijo doña Clara, abriendo el cofre.
Cuando ya sea hombre á lo menos. Hablad, señora. ¿Cuando sea hombre ocupará un lugar distinguido en la corte? Sí, señora. Se casará, le casaréis con una dama. Sí; sí, señora. Pues bien, esperad. La duquesa subió, y bajó á poco. Tomad. ¿Y qué es esto, señora? La herencia que doy á mi hijo; el aderezo que llevé puesto el día en que me velaron con el duque de Gandía. ¿Y bien?...
Palabra del Dia
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