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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Pero como no constaba el nombre de la madre y sólo el amor que decía haberla tenido el duque, Jerónimo Martínez Montiño, empeñado en saber quién era la madre de don Juan, se trasladó á Madrid, y tanto preguntó á amigos, á conocidos, acerca de una dama á quien hubiese amado mucho el duque de Osuna en cierta época, que hubo de saber que el duque había andado enamorado de la duquesa viuda de Gandía, pero sin obtener nada.
Nada me importa. Y os está el corazón reventando por saber... Si no dejamos esta conversación... Si la dejáramos, ¿cómo habíais de saber que ese mancebo, tan hermoso, tan honrado, tan franco, tan bueno, tan valiente, es hijo del duque de Osuna y de la duquesa de Gandía? Doña Clara se puso muy pálida, pero se dominó. Manolillo la veía sufrir con cierta feroz complacencia.
Lerma estaba tan trastornado con lo que le acontecía, como con sus asuntos el cocinero mayor. La duquesa de Gandía, por el momento había interpuesto en balde, respecto á Quevedo, su influencia para con el duque. Este se hizo conducir en derechura á casa de la Dorotea.
Aquellos hombres eran alguaciles y traían linternas. Doña Juana de Velasco, duquesa viuda de Gandía, era camarera mayor de la reina. La viudez ú otras causas que no son de este lugar, habían empalidecido su rostro y poblado, aunque ligeramente, de canas sus cabellos.
No, ciertamente: yo no hablo con nadie más que con las personas cuya lista da el duque de Lerma á la duquesa de Gandía. Os engañáis, porque habláis todos los días y á todas horas con una persona á quien no pueden ver ni la duquesa ni el duque. ¿Y quién es esa persona? Esa persona es vuestra favorita... la hermosa menina doña Clara Soldevilla.
Anoche doña Catalina me dió una carta de la duquesa de Gandía para su padre, y su excelencia quiso atraerme á su partido creyéndome su enemigo. Se os presentó, pues, una buena ocasión de ceder. Si hubiera cedido, el duque hubiera desconfiado de mí. Vuestros hechos le hubieran convencido. Pues ved ahí, señora: de tal modo hablé con el duque, que hoy me cree más enemigo suyo que ayer.
Con tanta precipitación quiso hacer su viaje el duque de Gandía, que le dió un causón en el camino, y se murió en una venta sin otro consuelo sino que también en un mesón se murió el gran rey don Fernando el Católico. Trajéronle difunto á su panteón de Madrid, y doña Juana se puso el luto sin alegría, pero sin sentimiento. El que se alegró poco cristianamente, fué el duque de Osuna.
La duquesa de Gandía se puso á escribir su original, es decir lo que debía después componer. Y al escribirlo la infeliz lloraba.
Don Pedro Girón, que era violento, se sentó temblando de pasión y de deseo junto á ella. Os amo dijo el duque de Osuna , y os declaro que soy tan vuestro, que no soy mío. Acoged propicia mi amor, que os juro que es tal, que si se ve despreciado, dará lugar á alguna desgracia. Señor duque dijo tranquilamente doña Juana , mirad que os oye el duque de Gandía. Y señaló á su pequeño hijo.
¡Señora duquesa! ¡señor conde! exclamó la joven dirigiéndose á ellos ¡cuánto siento haberos hecho esperar! Pero de repente doña Clara se detuvo. Los ojos de la duquesa de Gandía estaban fijos con espanto en ella. Doña Juana de Velasco estaba pálida y temblaba. ¡Qué joyas tan hermosas! dijo ; sobre todo... ese collar de perlas... y ese relicario... perdonadme... pero quiero ver ese relicario...
Palabra del Dia
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