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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Dióse parte á deudos y amigos de estas bodas, encargáronse galas á Venecia, se renovaron muebles y se aumentó la servidumbre de la casa del duque de Gandía, con lo que hacía muchísimos años, desde la muerte de su madre, no había tenido, esto es: con dueñas y doncellas, y dos meses después de la petición, doña Juana de Velasco fué duquesa de Gandía.
Ella, según dice el tío Manolillo, es la duquesa de Gandía. ¡Ah! ¡la duquesa de Gandía! ¡ah! ¡ah! ¡el duque de Osuna... y la duquesa de Gandía!... ¡por San Lorenzo nuestro patrón! eso es ya distinto... ¿y lo sabe eso doña Clara? Lo ignoro, señor.
La duquesa de Gandía se inclinó profundamente. ¿Qué os ha sucedido esta noche, mi buena doña Juana? dijo sonriendo la reina ; creo que me habéis creído perdida y que habéis estado á punto de ofrecer un hallazgo por mi persona. ¡Ah, señora!
Entró el padre Aliaga en una extensa y magnífica cámara, en la misma en que presentamos al principio de este libro á la duquesa de Gandía. Llevaba el confesor del rey la cabeza inclinada, las manos cruzadas y el corazón de tal modo agitado, que quien hubiera estado cerca de él hubiera podido escuchar sus latidos.
Como el duque de Gandía ante el cadáver de la emperatriz, Felicita decidió allí mismo no volver a enamorarse de imágenes mudables, perecederas, y consagrar a Dios su doncellez. El alma humana es grande porque, como todo lo grande, se compone de pequeñeces sin número.
El duque de Gandía, su esposo, era un señor antiguo, provecto, que se acordaba del emperador continuamente, que no sabía hablar más que del emperador, y que miraba con desprecio á los que no habían nacido en aquella generación de gigantes, en aquella época de gloria, en aquel período de embriaguez de las Españas.
Sabrán que la duquesa de Gandía ha hecho un regalo á su buena amiga doña Clara Soldevilla: sólo vosotros sabréis que ese anillo dado por mi, mi anillo nupcial, representa la bendición de vuestra madre. Ahora, hijos míos... idos... estoy muy conmovida, necesito llorar á solas... llorar de alegría. Una palabra, una sola palabra, madre mía dijo don Juan. ¿Cuál?
Don Juan luchaba en vano con el recuerdo de la Dorotea, no podía dominarle, no podía recusarle... y del recuerdo doloroso de la Dorotea pasaba al misterio de su madre... Don Juan estaba muy de mal humor. Y cuando se hallaba en uno de sus momentos más tétricos se abrió la puerta, y uno de los pajes dijo: Señor, la duquesa de Gandía.
La duquesa de Gandía estaba esperando al duque. ¡Oh vos, quien quiera que seais...! exclamó la duquesa es necesario que me salvéis... vos que me habéis perdido... temo la mirada de todos... mi mejillas empalidecen; ¡oh Dios mio! creo que todos conocen mi deshonra.
De lo expuesto se deduce que la duquesa de Gandía vivía soñando. Y como la vida es sueño, vivía. Para algo hemos presentado á nuestros lectores esta señora. Ella va á servirnos de medio para empezar á conocer de una manera gráfica, por decirlo así, á uno de los más importantes personajes de nuestro drama.
Palabra del Dia
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