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Actualizado: 11 de junio de 2025
Más señas: pide limosna, y anda por ahí con un ciego africano llamado Almudena. ¡Jesús! exclamó con estupefacción y susto Doña Paca . Eso no, ¡válgame Dios! eso no... Veo que no la conoce usted». Y con una mirada puso por testigo a Frasquito de la veracidad de su denegación.
Quedóse Jacobo mudo y pensativo por un momento, y el tío Frasquito, reventando de curiosidad, se apresuró a añadir muy atento y oficioso: Perrro si quierrres noticias cierrtas, yo conozco a una persona que puede dármelas. ¿Quién?... El padre Cifuentes. ¡Hombre!... ¿Conoces tú al padre Cifuentes?... ¡Ya lo crreo!
Como ahora se hallaba desprovista de pámpanos, habían echado por encima algunas sábanas para guardarse del sol de Febrero que ya quemaba. Á las dos mujeres se habían agregado algunas otras y les hacían compañía Antonio, Frasquito, Manolo Uceda y algún otro joven.
Antes se muriera de hambre Frasquito, que hacer cosa alguna sin dignidad. Se dio el caso de entrar disfrazado en el figón de Boto, a comer dos reales de cocido, antes que presentarse en una buena casa, donde si le admitían con agasajo, también lastimaban con crueles bromas su decoro, refregándole en el rostro su gorronería y parasitismo.
Frasquito, que estaba agitadísimo después de la reyerta con su suegro, experimentó la necesidad de bailar, quizá para aturdirse, y bailaba con Isabel. El señor Rafael trincaba con el maestro carpintero en un rincón, mientras en otro, una joven casada, cuyo marido no estaba allí, contaba sus desazones domésticas y pedía consejo á Paca la de la Parra.
Salomé se colgó en la muñeca de la mano izquierda un ridículo, donde puso, además de sus espejuelos, un frasquito de esencia y otras baratijas. ¿Y dejamos aquí á ese joven? dijo Paz, mirando á su hermana con estupor. ¿Cómo? No es posible contestó la del ridículo con espanto. Si queda Clarita en casa.... ¡Qué horror! Hay que llevar con nosotras á ese joven.... Pero ¿qué dirán?...
Convencida Doña Paca, ya no se pensó más que en instalar a Frasquito, el cual parecía no darse cuenta de lo que le pasaba. Al fin, cuando ya le habían acostado, reconoció a la viuda de Juárez, y mostrándole su gratitud con apretones de manos y un suspirar afectuoso, le dijo: «Tal hija, tal madre... Es usted el vivo retrato de la Montijo. ¿Qué dice este hombre?
Sentíase la buena señora transportada a sus verdes años; casi olvidaba su pobreza, y movida del generoso instinto que en aquella edad primera había sido fundamento de su carácter imprevisor y de sus desgracias, propuso a Nina que se trajeran para Frasquito dos botellas de Jerez, pavo en galantina, huevo hilado, y cabeza de jabalí.
De allí a poco viole la marquesa agitarse mucho, gemir profundamente, revolver los ojos azorados; acercóse a él... Habíasele olvidado un pecado muy gordo, muy gordo..., y antes que tuviera tiempo la dama de llamar al padre, decíale ya él con gran trabajo: Yo..., por divertirme..., por fastidiarle..., escribía todos los días una carta a Frasquito... diciéndole: ¡Mentecato!... ¡Cuatro meses le escribí!... Cuando Jacobo volvió de Italia, dejé de hacerlo... Me lo pidió él: decía que le interesaba... Tú le pedirás perdón a Frasquito... ¡Me pesa! ¡Me pesa!...
Ya habían traspuesto Benina y Almudena, en su tarda andadura, la línea de los Viveros, cuando la anciana vio pasar veloz como el viento, el jamelgo de Ponte, y comprendió lo que había pasado. Ya se lo temía ella, porque no estaba Frasquito para tales bromas, ni su edad le consentía tan ridículos alardes de presunción.
Palabra del Dia
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