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Actualizado: 11 de junio de 2025


Era aquel personaje el quinto duque de Aldama, embajador en Londres de Felipe IV, y era el tío Frasquito hijo tercero del vigésimo duque del mismo nombre. Al pie del retrato había colgadas una daga y una espada de gavilanes, de exquisita labor y gran precio, que habían pertenecido al personaje.

Y después de rasguear y puntear el instrumento con no esperada habilidad, cantó con bronca voz, dirigiéndose á Pepa: Porque te quiero te digo que te registren el novio, porque no está de recibo. La chuscada causó gracia á todos menos á Frasquito, quien sacudió la cabeza malhumorado. Lo estaba también porque la conversación con su suegro tomaba un sesgo bastante desagradable.

¡Frasquito, hijo! ¿para qué quieres esas manos? Hace siete cuartos de hora que no has sonao las parmas dijo el señor Rafael á su sobrino, haciendo antes un guiño expresivo á la reunión. ¿Cómo siete cuartos de hora? exclamó éste sofocado. ¡Si he pagado la convidada anterior! ¡La anterior!... ¡Y tan anterior! replicó el viejo mirándole con ojos risueños y provocativos.

Y como quisiese Frasquito salir a la puerta le detuvo ella con una observación muy en su punto: «No salga usted, Ponte, que podría ser uno de esos gansos de la tienda que vienen a darme un mal rato. Que abra la niña. Celedonia, corre a abrir, y entérate bien: si es alguno que nos trae noticias de Nina, que pase. Si es alguien de la tienda, le dices que no estoy».

Sirvieron el café; Jacobo habíase dejado caer negligentemente en una butaca, con la pierna derecha echada por encima del brazo de esta, y puéstose a fumar el exquisito cigarro puro que le ofreció el tío Frasquito.

Llegó a su casa, después de hacer sus compras a crédito, y encontrando a Frasquito muy bien, propuso a Doña Paca darle de alta, y que se fuera a desempeñar sus obligaciones y a ganarse la vida.

Un gran flujo de risa brotó por encima de todos los terrores de Jacobo, y soltó el trapo a reír con todas sus fuerzas. Mas el tío Frasquito, muy desolado, prosiguió diciendo: ¿Te rríes?... ¡Aguarrda, aguarrda!... Yo decía cavilando toda la noche: ¿Mentecato en San Peterrsburrgo?

Aunque en muy pequeña escala, también podía Frasquito satisfacer otra curiosidad de Obdulia: la curiosidad, o más bien ilusión, de los viajes. No había dado la vuelta al mundo; pero ¡había estado en París! y para un elegante, esto quizás bastaba. ¡París! ¿Y cómo era París?

¿Que no?... Pues vaya usted contando... Y comenzó a enumerar los componentes que suponía en el tío Frasquito la leyenda, acabando por poner en el catálogo la nalga de corcho.

«¿Quién es esta madama? dijo la Pitusa, que con presteza lo cogió para examinarlo . Como guapa, lo es... Quería yo prosiguió Frasquito tomando aliento a cada sílaba , demostrarle a Obdulia su perfecta semejanza con... Pues este retrato no es de la niña dijo Benina contemplándolo . Algo se le parece en el corte de cara; pero no es mismamente. Digan ustedes si se parece o no.

Palabra del Dia

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