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Actualizado: 11 de mayo de 2025
No es viejo, no... Es de cuando Fernando VII gastaba paletot... Pero, en fin, si se ofende, me callo... Sr. de Ponte, sabe que se le quiere, y que si gasto estas bromas es por pasar el rato. No haga usted caso, maestro, y hablemos de otra cosa. Sus chanzas son un poco impertinentes dijo Frasquito con dignidad , y si quiere, irrespetuosas... Pero es usted un chiquillo, y... ¡Pata!... Ea, se acabó.
El mal humor de Doña Paca en la noche a que me refiero, debe atribuirse, según datos fehacientes, a que Frasquito, en sus conversaciones de la tarde, y en los ratos de la cena y sobremesa de esta, mostró por Benina unas preferencias que lastimaron profundamente el amor propio de la viuda infeliz.
En esto, el de los caracoles se había sentado junto a Frasquito, y con su mirar siniestro era el terror de los parroquianos que les rodeaban. «Puesto que usted se dedica al corretaje de anuncios, ¿podría indicarme una buena casa de huéspedes?... Precisamente hoy he hecho dos... Aquí las tengo en mi cartera para Imparcial y Liberal.
Embarazado Jacobo al ver en manos del tío Frasquito aquella prueba flagrante de su atentado, no contestaba, y el viejo, volviendo y revolviendo en todas direcciones los dos sellos verdes, preguntaba sin cesar: ¿De quién son?... ¿Te sirven? Jacobo, más y más embarazado, contestó por decir algo: ¿A que no lo aciertas?... ¡Toma! exclamó de repente el tío Frasquito . ¡Ya lo creo!
¿Y dónde ponemos a este pobre mamarracho? dijo Doña Paca palpando a Frasquito, que, aunque no estaba sin conocimiento, apenas hablaba ni se movía, yacente en el santo suelo, arrimadito a la pared».
Les cortó el diálogo la aparición repentina de Antonio Zapata, que entró sofocado, metiendo ruido, bromeando a gritos con el dueño del establecimiento y con varios parroquianos. Subió al cuarto interior, y tirando sobre la mesa la voluminosa cartera que llevaba, y echándose atrás el sombrero, se sentó junto a Frasquito y el de los caracoles.
Jacobo, aburrido de aquella charla insustancial y mujeriega, estuvo por decir que le parecía mejor la punta de un cuerno, y el tío Frasquito, viendo que no contestaba, se apresuró a añadir: Yo creo que en el Rreal... En la Óperra se hizo la de Parrís, cuando los inundados de Szegedin, y estuvo brillantísima... Perro, francamente, le temo a Diógenes, que se colocarrá allí, de seguro... le temo, le temo; te digo que le temo.
Pues bueno: yo soy Juan Claridades; después de atender a todo lo del día, me ha sobrado una peseta. Téngala... Por Dios, señá Benina dijo Frasquito palideciendo primero, después rojo. No haga melindres, que le vendrá muy bien para que pueda pagarle a Bernarda la cama de anoche. ¡Qué ángel, santo Dios, qué ángel! Déjese de angelorios, y coja la moneda. ¿No quiere? Pues usted se lo pierde.
¡Anda, hijo, anda á la cama en seguida!... No pensé que te hacía daño también el vino... Ya no queda en Cádiz más hombre que yo... Prosiguió el majo su camino mientras el tío de Frasquito, retorciéndose de risa, intentaba en vano meter la llave en la cerradura de su casa. Así estuvo largo rato hasta que pasó el sereno y le dijo sonriendo: ¡Pero señó Rafael, si está usted engañado!
Llamábale todo este mundo el tío Frasquito, porque el buen tono así lo había decretado, y él aceptaba complacido el parentesco de todos aquellos cuya sangre azul empalmaba realmente, siglo antes o siglo después, con la suya preclarísima; a los demás, sin rechazar tampoco lo apócrifo del parentesco, colocábalos con cierta protectora condescendencia en la categoría de sobrinos espurios.
Palabra del Dia
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