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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Le bastaba colocar la mirada en uno de ellos para considerarlo suyo, sin molestarse en consultar su aprobación. Era el centro de la vida en aquel pedazo de mundo que flotaba sobre el Océano, y todo el sexo masculino debía girar en torno de su persona. Aquel a quien ella hiciese un gesto, un leve llamamiento, tenía que venir forzosamente a arrodillarse a sus pies.

La sombra de una de las cortinas de la enredadera, que flotaba al influjo del aire, escondió en este instante el rostro de Sol. ... merece que yo ponga en sus manos, para que me la enseñe al mundo a su lado y me la proteja, la joya de la casa con que ha sido Juan Jerez tan bueno. Aquí la cortina flotante de la enredadera cubrió con su sombra el rostro de Lucía. Juan....

Al verse en campo raso, donde no podía temer nuevos arrebatos del novio, se abandonaba, apoyábase en él con desmayo, acariciándolo con el soplo de su respiración, mirándole de tan cerca, que Maltrana creía sentir el calor de sus ojos de brasa. Finalizaba la tarde. Ocultábase el sol, y en el cielo de suave color de violeta flotaba la luna como una nubecilla pálida, borrosa aún por la luz diurna.

El compadre torció el gesto tristemente. ¿No estuvieron ellos próximos a ir al agua? Atolondrado por algún golpe, se habría ido al fondo como una bala. Pero el compañero, aunque pensó todo esto, nada dijo. Lejos, en el sitio donde la barca había estado próxima a zozobrar, flotaba un objeto negro sobre las aguas. ¡Allá está!

Por encima del Cap-Martin descendían los Alpes italianos, y en sus últimas estribaciones, á ras del agua, blanqueaban las poblaciones fronterizas: Vintimiglia y Bordighera. Por un capricho atmosférico, flotaba en mitad del cielo sereno una nube compacta, alargada, semejante á una isla cubierta de nieve. Su blancura parecía irradiar una luz interior.

Los torreones de la propiedad de Desnoyers empezaban á atraer la puntería de los artilleros. Pensaba éste en la oportunidad de abandonar su peligroso observatorio, cuando vió que algo blanco, semejante á un mantel ó una sábana, flotaba en la torre de la iglesia. Los vecinos habían izado esta señal de paz para evitarse el bombardeo.

Yo, antes de veros, era ese náufrago; el mundo, el mar tempestuoso en que flotaba á la ventura el esquife, que me sostenía, mi ingenio como cómica, mi belleza como mujer; el día en que una enfermedad me imposibilitase para la escena, ó los años destruyesen mi hermosura, estaba previsto por ; un hospital era mi destino, sin parientes que me amparasen, sin hijos que cuidasen mi ancianidad; no había amado nunca; no creía en el amor: pero os vi; vos habéis sido para la ribera encantada donde pude encontrar la felicidad, el porvenir, acaso la familia, y el mundo, el mundo irritado me ha apartado de vos... bebamos al menos, don Juan, bebamos.

El sapo había repetido centenares de veces sus eternas notas románticas. La luna alcanzaba ya el medio de la esfera y flotaba como una isla de oro entre los pliegues del viento. El lago titilaba bajo su blanda caricia, y la figura triste y dolorida del mayordomo aún seguía inmóvil al pie de la orilla con los brazos cruzados y los ojos hundidos en el oscuro seno del agua. Epílogo innecesario.

Los asientos tapizados de seda rosa, igual a la que adornaba los planos de las paredes, estaban ocupados por señoras. El ambiente era más limpio que en el jardín de invierno, donde una atmósfera de humo de habano y tabaco oriental con perfume de opio flotaba sobre las plantas.

Y en aquel punto mismo, Alfonso dejaba de ser, en el palacete gris, con caperuza de pizarra, mientras en el aire flotaba el último verso del ingenuo romance infantil: «Cuatro duques la llevaban por las calles de Madrid

Palabra del Dia

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