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Bajo el fulgor de las primeras estrellas los soldados se agrupaban como orfeonistas, formando con sus voces un coral solemne y dulce, de religiosa gravedad. Encima de los árboles flotaba una nube roja que la sombra hacía más intensa. Era el reflejo del pueblo, que aún llameaba. A lo lejos, otras hogueras de granjas y caseríos cortaban la noche con sus parpadeos sangrientos.

Mas por muchos esfuerzos que hacía no lograba D. Lesmes adquirir aplomo. Entre ambos interlocutores flotaba como una nube el recuerdo de la paliza de la noche, y este recuerdo alegraba maliciosamente los ojos del capitán y entristecía y avergonzaba los suyos. Por fin se despidieron.

La luna acababa de hundirse en su seno, dejando todavía en el horizonte una estela luminosa. Ninguna nube flotaba en aquel cielo de cristal. La brisa agitaba ya sus alas sutiles para despertar á la sultana. Velázquez, aunque de espíritu rudo, aspiró con delicia la gloria de aquella noche esplendorosa.

Lo mismo que en las óperas dijo Julio siguiendo los últimos sonidos del coro invisible, que se perdía... se perdía, devorado por la distancia y la respiración nocturna. Tchernoff siguió bebiendo, pero con aire distraído, fijos los ojos en la niebla rojiza que flotaba sobre los tejados.

Esperó algún tiempo para disimular, y al cabo se apartó con lento paso, arrastrando la sombrilla, como quien no sabe adónde enderezarse. En efecto, no lo sabía. Pero no por falta de objetivo, sino porque ignoraba dónde estuviera éste. Una idea cruel flotaba en su cerebro sin determinarse con claridad; la de que Luis pudiera hallarse a solas en aquel momento con Amalia.

El mar estaba oscurísimo; más oscuro que visto desde la cubierta del laúd. Creyó distinguir una mancha blanca, un fantasma que flotaba a lo lejos sobre las olas, y nadó hacia él. Pero de pronto ya no lo vio allí, sino en lugar opuesto, y cambió de dirección, desorientado, nadando con fuerza, pero sin saber dónde iba.

, ciertamente; pero entretanto ¿qué noticias tiene usted de España? ¡Ah, diablo! ¿será verdad como creo haber leído esta mañana en la Revista de Ambos Mundos, que el joven duque de Villa Hermosa le propone á usted la terminación amistosa del pleito por medio de un casamiento? La señorita de Porhoet sacudió con un gesto desdeñoso el penacho de cintas ajadas que flotaba sobre su cofia.

Los jugadores seguían en sus alternativas de silencio y ruidosos altercados. El P. Gil quedó mudo y pensativo, impresionado con lo que acababa de oír y decir. La figura de Montesinos, a quien no había visto más de tres o cuatro veces en su vida, y eso de lejos, flotaba en su imaginación despertando en él viva curiosidad.

Su mirada dulce y altiva a la vez, tierna y no obstante un poco sombría, inspiraba el respeto, la admiración y el amor, y en su rostro flotaba un no qué de celeste y de deslumbrador con una majestad incomparable.

Tenían en los trajes dibujos primorosos; combinaciones de colores extraños perfectamente armonizados; cintas de tornasoles inverosímiles; flores tan bien contrahechas, que parecían recién cogidas entre rocío húmedo, y plumas tan leves como los filamentos vaporosos del incienso que flotaba en el aire.