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Actualizado: 9 de octubre de 2025
Partió de Mecina el Duque con toda la armada á primero de noviembre, y no pudiendo pasar de Zaragoza por los contrarios tiempos, estuvo allí hasta primero de diciembre, que partió para Malta, donde llegaron todas las galeras, y las naves volvieron á Zaragoza; por la extremidad de los malos y contrarios vientos tardó muchos días en junctarse toda la armada y hubo grandes dificultades en ello, y en el medio que se junctaba, el gran Maestre y todos los pláticos de la costa de Berbería fueron de parescer que el armada, con el tiempo que partiese de allí, fuese al Seco del Palo, que es en la costa de África, en Trípol, y la isla de los Gelves, 85 ó 90 millas distancia de lo uno y de lo otro, y que los navíos que primero llegasen esperasen allí á los otros, y con esta resolución, con el primer tiempo, que fué á los 10 de hebrero, se hizo el armada á la vela y las naves siguieron su derrote al Seco, y las galeras fueron á los Gelves para hacer allí agua; donde allegaron fueron descubiertas dos naves turquescas surtas, la una adonde llaman la Cántara, y la otra junto á la Roqueta, y para tomarlas, algunas galeras se adelantaron, y entre ellas la Capitana de D. Sancho de Leyva, que llegó primero que nadie, y la una dellas la tomó sin haber hallado en ella persona ninguna, é aunque la nave se había entrado por una canal donde con mucha dificultad podía entrar galera ninguna, entró D. Sancho, porque llevaba consigo un Chuzamuza, cosario turco que él tenía preso, y era muy plático en aquella costa.
Sus palos oscilaron un momento entre las espumas, y luego desaparecieron también en la vorágine. ¡Pobre nave! exclamó conmovido el Capitán . ¡Quién sabe si pronto te seguiremos!... Entre tanto, la chalupa se alejaba con rapidez del lugar del naufragio, llevada por las olas, que se dirigían a la extremidad meridional de aquel inmenso golfo.
El aspecto de este personaje representaba toda la sombría severidad del Código de leyes puritanas, que estaba llamado á hacer cumplir hasta la última extremidad.
Apenas el gitano pronunció estas palabras, cuando de la tartana cayó al agua una especie de puente flotante, e inclinado, que estaba amarrado a la borda del buque por largos brazos de hierro. El caballo apoyó fuertemente sus patas delanteras sobre la extremidad de la plancha y de un vigoroso salto ganó el combés que se elevaba muy poco por encima del mar.
Sí, desde el instante que salimos de la iglesia, ya unidos por los lazos del matrimonio, debería haber contemplado la llama ardiente de esa letra escarlata brillando á la extremidad de nuestro sendero. Tú sabes, dijo Ester, quien á pesar del estado de abatimiento en que se encontraba, no pudo sufrir este último golpe que le recordaba su vergüenza, tú sabes que fuí franca contigo.
Á más de estos tres palos verticales llevaba la nao bauprés, un quinto menor que el mesana en longitud; muy engallado y agudo en la extremidad. Llevaban capas de lona en las fogonaduras para impedir el paso del agua al interior del buque. Dicho queda que el mastelero formaba cuerpo con el palo ordinariamente y que por ello debe más bien llamarse galope.
Desde el extremo superior de la ciudad, donde se encuentra el vasto astillero de construcciones navales, hasta abajo de la extremidad inferior, donde se halla el almacén de víveres de la marina, el río describe un arco de ocho kilómetros de desarrollo, cuyo lado convexo corresponde á la paute antigua de la ciudad.
El tiempo se nubla y dentro de pocas horas tendremos mar gruesa. También yo lo he advertido, señor Van-Stael. Si el viento aprieta, recogeremos velas. Los dos lobos de mar no se habían equivocado. A la extremidad meridional del golfo de Carpentaria se iban amontonando nubes obscuras con los bordes color de naranja, y se extendían por el cielo, amenazando cubrirle hasta los límites del horizonte.
El militar, al detener con un vigoroso esfuerzo el movimiento agresivo de Chaleco contra Elías, se rozó la mano izquierda con la extremidad puntiaguda de la empuñadura de la navaja que el mozo llevaba en la faja. Esta rozadura le levantó un poco la piel y le hizo derramar alguna sangre. El militar se envolvió la mano en un pañuelo, y con la derecha tomó el brazo del viejo.
Así fui hasta la puerta del departamento de Magdalena situado a la parte opuesta del de Julia a la extremidad de un interminable corredor. En ausencia de su marido una sola doncella de servicio dormía cerca de ella. Escuché, dos o tres veces me pareció oír el rumor seco de la tosecilla nerviosa que le era habitual a Magdalena, en momentos de despecho o de viva contrariedad.
Palabra del Dia
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