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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Los argentinos saben la guerra obstinada que Facundo y Rosas han hecho al frac y a la moda. El año 1840 un grupo de mazorqueros rodea en la obscuridad de la noche a un individuo que iba con levita por las calles de Buenos Aires; los cuchillos están a dos dedos de su garganta. « Soy Simón Pereira, exclama. Señor, el que anda vestido así se expone.

Le he enviado un billete con un muchacho que encontré en la calle y cuya vuelta he esperado. La halló sola en la cocina, y nadie lo ha visto. A las once estará ella en la presa... y yo ¡ay!... yo también. Juan, no hagas eso... ¡te lo suplico! exclama Franz con angustia; ¡te va a suceder una desgracia!

La esposa, que ignora la vida secreta de su marido, grita: «¿Qué has hecho, Federico, qué has hecho?...» El responde: «¡Mujer, calla por Dios! Vamos...» El matrimonio sale escoltado por los agentes; la niña, viendo que se llevan á sus padres, llora desoladamente. Una vecina exclama: «¡Pobre hija! ¿Qué será de ella?

¡Ah! ¿por qué aquella voz es tan alegre, cuando en el mismo instante él sufre tanto que el temblor le impide bajar? En la puerta, una última emoción lo contiene. ¿Qué va a ver abajo? ¿A Huberto Martholl al lado de ella, sin duda? ¡Cuánto valor necesita todavía! Llega al vestíbulo. Al divisarlo María Teresa, exclama de nuevo: ¡Venga, Juan!

Se hablaba de Oriente, de las razas asiáticas, de costumbres, de trajes y de otras cosas relacionadas con el viaje de don Gerardo, cuando, de pronto, la de Jansien da un ruidoso suspiro y exclama: ¿Dónde estará usted mañana a esta hora?... Muy lejos ya. Lautrec se echó a reír y respondió: No tan lejos como usted cree.

¿Dónde has encontrado esto? pregunta Gertrudis, impresionada por el título. Un camarada, que era músico, tenía estas canciones en un gran cuaderno. De allí las copié yo. El que las ha hecho se llamaba Molinero de apellido y creo que ejercía además ese oficio. ¡Lee, lee, pronto! exclama Gertrudis. Pero Juan se niega. Es demasiado triste dice cerrando el libro. Será otra vez.

En un mundo como éste de ilusión y fantasmagoría, donde no se goza sino en cuanto se espera, es indudable que el hacer esperar es hacer gozar. Las cosas una vez tocadas y poseídas pierden su mérito; desvanécese el prestigio, rómpese el velo con que nuestra imaginación las embellecía, y exclama el hombre desengañado: ¿Es esto lo que anhelaba?

¡Cóncholes, qué hombre! exclama por todo saludo al hallarse entre la familia. Pero ¿qué te pasa? dice el tío Jeromo. ¡Qué me ha de pasar? Ese fantasioso de mayorazgo..., ¡siempre con su latín! ¿Y qué cuidao te da á ti? ¿No has estudiao tres años ya? ¿Por qué no le contestas? Porque no soy tan jaque como él.... Y luego él ha estudiado por otro arte.

Después que la ha herido mortalmente, reconoce el padre á su perdida hija, y mientras los suyos la rodean afligidos, exclama Del cielo he de ser cosaria, Que pues la piedad inmensa Al pecador busca, y ama Al que se convierte; yo, Como el ciervo que las aguas Solicita, le deseo; Ya son suyas mis entrañas.

Este punto es el filológico: el lenguaje y el estilo de la cordobesa. Tiene además notable propensión a corroborar las palabras con sílabas fuertes antepuestas. Cuando no se satisface con llamar tunante a cualquiera, le llama retunante; y no bastándole con Dios, exclama: ¡Redios!

Palabra del Dia

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