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Actualizado: 14 de junio de 2025
Entonces concertaron su plan: Elvira había de partir aquella misma noche a Lourdes, acompañada de mademoiselle Carmagnac, señora muy respetable, que había sido aya de la única hija de la marquesa de Villasis.
ELVIRA. Ya eres, Sancho, mi marido: Ven esta noche a mi puerta. SANCHO. ¿Tendrásla, mi bien, abierta? ELVIRA. ¡Pues no! SANCHO. Mi remedio ha sido; Que si no, yo me matara. ELVIRA. También me matara yo. SANCHO. El cura llegó y no entró. ELVIRA. No quiso que el cura entrara. SANCHO. Pero si te persuades A abrirme, será mejor; Que no es mal cura el amor Para sanar voluntades.
Pues conste que, si la reconciliación no se efectúa, tú tienes la culpa; que tu mujer ha cedido cuanto es posible ceder, y tú..., tú mismo, por una obcecación bien sospechosa, destruyes todo lo hecho. Destruyo lo que tú o ese bendito Cifuentes habéis urdido; pero yo me entenderé con Elvira... Es que Elvira no vendrá a Biarritz. Pues iré yo a buscarla. ¿A que no vas?
ELVIRA. ¿Quiéreslo ver? Anoche, Tello, me viste; Pues tan presto me quisiste, Que apenas consideraste Qué fué lo que deseaste: Que es en lo que amor consiste. Nace amor de un gran deseo; Luego va creciendo amor Por los pasos del favor Al fin de su mismo empleo; Y en ti, según lo que veo, No es amor, sino querer Quitarme a mí todo el ser Que me dió el cielo en la honra.
Mas como no podéis ver Otra cosa, en cuanto mira El sol, más bella que Elvira, Ni otra cosa puede haber; Porque, habiendo de nacer De su hermosura, en rigor, Mi amor, que de su favor Tan alta gloria procura, No habiendo más hermosura, No puede haber más amor. ¡Ojalá, dulce señora, Que tu hermosura pudiera Crecer, porque en mí creciera El amor que tengo agora!
PELAYO. Pues antes que entrase el cura Mos ha puesto impedimento. Vase. SANCHO. Oye, Elvira. ELVIRA. ¡Ay, Sancho! Siento Que tengo poca ventura. SANCHO. ¿Qué quiere el señor hacer, Que a mañana lo difiere? ELVIRA. Yo no entiendo lo que quiere, Pero debe de querer. SANCHO. ¿Es posible que me quita Esta noche? ¡ay, bellos ojos! ¡Tuviesen paz los enojos Que airado me solicita!
SANCHO. ¡Estraño pensamiento! D. TELL. Yo no sé dónde está, porque, a sabello, Os la diera, por vida de don Tello. Sale ELVIRA, y pónese en medio DON TELLO. ELVIRA. Sí sabe, esposo, que aquí Me tiene Tello escondida. SANCHO. ¡Esposa, mi bien, mi vida! D. TELL. ¿Esto has hecho contra mí? SANCHO. ¡Ay, cuál estuve por ti! NU
D. TELL. Pues ése fué tu hermosura. ELVIRA. Mal pruebas lo que procura Tu ingenio. D. TELL. ¿Yo pruebo mal? ELVIRA. El basilisco mortal Mata teniendo intención De matar, y es la razón Tan clara, que mal podía Matarte cuando te vía Para ponerte afición. Y no traigamos aquí Más argumentos, señor. Soy mujer y tengo amor: Nada has de alcanzar de mí.
Doña Aldonza y Elvira habían ido a Oviedo a echarse a los pies del rey y pedirle el perdón, si bien con poquísima esperanza, por ser muy justiciero el soberano. De todos modos, la honra de la familia quedaría manchada.
La madre es, desde luego, la persona a quien María Elvira tutea y besa más íntimamente. Su hermana la ha visto desvestirse. Luis María, por su parte, se permite pasarle la mano por la barbilla cuando entra y ella está sentada de espaldas. Tres personas bien felices, como se ve, e incapaces de apreciar la dicha en que se ven envueltos.
Palabra del Dia
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