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Actualizado: 14 de junio de 2025


Sólo queda por decir que Bernardo fue felicísimo con su Elvira y que vivieron siempre muy enamorados ella de él y él de ella.

Algo, no obstante, de ese anhelo debió percibir en mis ojos, porque se levantó riendo: Los dejo para que hagan las paces. ¡Maldito bicho! murmuré, ya tranquilo cuando se alejó. ¿Por qué? ¿Qué le ha hecho? Dígame, María Elvira exclamé ¿le ha hecho el amor a Vd. alguna vez? ¿Quién, Ayestarain? , él. Me miró titubeando al principio. Luego, plenamente en los ojos, seria: me contestó.

¿Qué sueño de vals desagradable para Vd.? me dijo de pronto, sin dejar de recorrer el salón con la vista. Un vals de delirio... no tiene nada que ver con esto me encogí a mi vez de hombros. Creí que no hablaríamos más esa noche. Pero aunque María Elvira no dijo una palabra, tampoco pareció hallar al compañero ideal que buscaba.

En un libro, poco notable, titulado Nociones acerca de la historia del teatro, por D. Ramón de Valladares y Saavedra, Madrid, 1848, pág. 88, se indica que el jardín de Doña Elvira estaba en donde se halla hoy la iglesia de los Venerables.

Apenas lo ha oído Isabel, envía á su doncella á la casa de Don Diego, en donde puede entrar á cualquier hora teniendo las llaves en su poder, para que, disfrazada con su velo y haciendo de señora, despierte de nuevo los celos de Doña Elvira. Su astucia triunfa plenamente, y los dos enamorados se separan uno de otro llenos de ira.

Doña Elvira sólo se reconciliaba con sus famosas bodegas cuando una vez por año salía con destino a Roma una barrica de vino, dulce y espeso como jarabe, destinado a la misa del Pontífice por recomendación de varios obispos, amigos de la casa. Este honor la servía de lenitivo.

, porr cierrto... Pues lo que yo quiero exigir de él es que obligue a Elvira a acceder a mis pretensiones. ¿Perrro cuáles son tus pretensiones, Jacobito? preguntó el tío Frasquito muy alarmado. Una muy sencilla y muy cristiana... Reunirme con mi mujer y olvidar todo lo pasado.

Nada dice Elvira á su esposo de la acción indigna de Gómez de Melo; pero el carácter de Rodrigo es tan diverso del de su presunto padre, y lo respeta tan poco, que éste concibe algunas sospechas sobre su paternidad. La guerra contra los infieles estalla mientras tanto de nuevo.

Recordaría esos grabados encantadores en donde Lamartine, de cara al «empíreo», increpa al cielo por su ventura perdida; aquellas imágenes de Elvira, de pie en la barca, bajo la luna que entumece los corazones y los lagos.... Pero estamos seguros de que seduce y seducirá esta obra a cuantos nacimos en países románticos.

Eso hizo esta Elvira que tienes delante, eso me pasó, y, sin embargo, te lo juro por la salud de mi alma, seré una imbécil, pero algunos días, cuando tengo más dinero, cuando creo que estoy más alegre, de repente se me olvida que estoy haciendo de Elvira... y me pongo Nicolasa.

Palabra del Dia

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