Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 17 de junio de 2025
Por la tarde, mientras don José estaba dormitando, la madre en la cocina y Pepe vistiéndose para ir a ver a Paz de lejos en paseo, Tirso habló a su hermana cariñosamente, pero violentándose por parecer sereno. Tampoco hoy habéis ido a misa...
Deslizándose sobre las rocas, introduciéndose en las cavernas, dormitando medio enterrada en la arena, toda la varia y tumultuosa nación de los crustáceos movía sus herramientas cortantes y tentaculares, hacía brillar sus armaduras japonesas, unas teñidas de rojo casi negro, como si guardasen la sangre seca de un lejano combate, otras de fresca escarlata, lo mismo que si reflejaran en su dureza los primeros fuegos de la aurora.
Hacia la calle de Tudescos había tres simones parados, dormitando sus cocheros en los pescantes: dirigióse la incógnita al de enmedio, abrió ella misma la portezuela y mandó al cochero, que despertaba sobresaltado, parar en el paseo de Recoletos, a la entrada de la calle de X : era esta calle una de las varias que van a parar perpendicularmente en la de Serrano.
Pero antes no estará de más correr este cerrojo, que estamos en casa extraña. Acuéstate y duerme. Con esto se tendió el arquero en su jergón y á los dos minutos dormía profundamente. Imitóle Roger, pensó que serían ya cerca de las tres de la mañana y dormitando se hallaba cuando le pareció que alguien empujaba y hacía crujir la puerta del cuarto, procurando en vano abrirla.
Pero aquella tempestad no se había revuelto porque la fracción de un partido inutilizara propósitos de otro, encaminados a proporcionar algún bien a los pueblos. Cuando de esto se trataba, ya sabía don Simón que los bancos se quedaban desiertos y el presidente dormitando.
Creía oír aún los gemidos del mozuelo pataleando en la cubierta: «¡Yo no quiero morir! ¡Yo quiero ir a Buenos Aires!...». El vagabundo de los puertos tenía la misma ilusión que él y casi todos los que habitaban las cubiertas superiores. Dormitando entre los fardos y barricas de un muelle, había visto también a la diosa alada y sin cabeza; había sentido la caricia de la esperanza.
Mientras ella despachaba sellos y cigarros, su tía permanecía junto al mostrador, en invierno haciendo calceta con el gato en la falda y puestos los pies en la tarima del brasero; en verano dormitando o abanicándose, y en todo tiempo celosa de que ningún comprador sostuviera conversación larga o palique peligroso con la chica, que ya exigía aquella vigilancia, porque según se iba desarrollando, aumentaba el número de los que la echaban chicoleos y flores, no siempre de aroma muy puro.
Desalentado, en un momento de cansancio y de debilidad, me tendí al sol y quedé dormitando. Me despertó una voz y el ruido de los remos. Una trainera llegaba en mi auxilio. En ella venía Agapito, el novio de Genoveva, y otros marineros. Al verme tendido se asustaron, creyéndome muerto. Unos chicos de un bote contaron espantados en Lúzaro que habían visto fuego en Frayburu.
Y cuando el temporal los echa al fin en Lisboa, llevaba Colón más de doce días de inmovilidad en su banco de popa, dormitando a ratos, con las piernas mojadas por la lluvia y las olas. Esa prueba fue la más tremenda de su vida. ¡Poseer una verdad que iba a conmover al mundo y morir con ella!... Pero basta de Colón amigo Maltrana. Ya hemos hablado bastante; vamos a tomar el te.
Cerca de ellas estaba la señorita de Morí, carirredonda, vivaracha, de ojos negros maliciosos, huérfana y rica. Un poco más allá la señora de Ciudad, dormitando sosegadamente hasta que llegaba la hora de recoger a las seis hijas que tenía diseminadas por los distintos parajes de la sala. Allá, en un rincón, su hermana María charlaba íntimamente con un joven.
Palabra del Dia
Otros Mirando