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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Dos arroyos de llanto y el anhelar de un pecho fueron la respuesta. Artegui subió a Lucía en vilo al diván y se sentó a su lado.

No había manera de arreglarse con aquel diablo de hombre, que así cortaba y segaba en el granado campo de los adictos colmenaristas. El destino de Miranda, a la sazón, estaba comprometidísimo. Pegó Miranda al escucharlo un brinco en el muelle diván. Nada, hombre prosiguió Colmenar : así como te lo digo. Basta que yo tenga interés en conservar a uno, para que lo barra él.... Es cosa fija.

Aburrido, y no dándose cuenta aún de la causa del abandono en que le dejaba la dueña de la casa, se instaló en un sillón, é inmediatamente oyó que hablaban á sus espaldas. No eran las dos señoras de poco antes. Un hombre y una mujer sentados en un diván murmuraban lo mismo que la otra pareja maldiciente, como si todos en aquella fiesta no pudieran hacer otra cosa apenas formaban grupo aparte.

Y hay además un criado que se dedica, con gran afición, al dibujo por las tardes. Se le darán dos duros al criado para que vaya a dibujar a otro lado. Y una vecinita que pasa la vida acechando desde su ventana lo que hay y lo que no hay en mi habitación. Se la convidará ... digo, se bajarán las persianas.... Oye, Manolito, ¿te vas a pasar toda la juventud tirado en ese diván sin decir palabra?

Lo que le hacía deslucir un tanto eran ciertos muebles de moderna factura, que contrastaban ingratamente con aquéllos. Sentose en un diván y yo traté de acomodarme en una butaca; pero la condesa me señaló en el mismo diván asiento, y me coloqué a su lado.

Se llevaron anchos y bajos divanes a la sala; y allí, en el mismo silencio y la misma suntuosidad fúnebre que había incubado la muerte de mis hijos; en la profunda quietud de la sala, con lámpara encendida a la una de la tarde; bajo la atmósfera pesada de perfumes, vivimos horas y horas nuestro fraternal y taciturno idilio, yo tendido inmóvil con los ojos abiertos, pálido como la muerte; ella echada sobre el diván, manteniendo bajo las narices, con su mano helada, el frasco de Jicky.

Y Judit, reclinada en un diván, le dijo al verle entrar: Viene usted muy tarde, amigo mío. Y le tendió una mano. Arturo se arrodilló ante ella. Al llegar aquí, se interrumpió el notario. ¿Y qué? exclamaron todos; concluya. El notario contestó, sonriéndose: Arturo no me ha contado más... Por otra parte, va a dar principio el tercer acto de Roberto... ¿Qué importa? termine.

Mario alzó la cabeza bruscamente; abrió los ojos de un modo desmesurado, mirando a su amigo con vaga expresión de terror; se puso horriblemente pálido, y, alzándose del diván, salió corriendo de la estancia sin pronunciar una palabra. Rivera quedó un instante inmóvil con la vista fija en la puerta; luego salió también a la carrera en pos de él.

Se esforzaba por parecer alegre, intentaba aturdirse, abrumando a su amante con una charla graciosa y ligera; pero de repente se abandonó, no pudo más, y en mitad de una caricia rompió a llorar, cayó en un diván agitada por los sollozos. ¿Qué tienes? ¿Qué ocurre?...

Sabida la desgracia de Yahhyay, reunióse el divan y eligió por sucesor á un ommyada llamado Hescham, que desde la decapitacion de su padre Mohammad vivia casi del todo ignorado en una fortaleza de Castilla.

Palabra del Dia

ancona

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