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Actualizado: 12 de julio de 2025
Hiciste, sin embargo, un esfuerzo que no era ya de esperar de un ente moribundo: soy yo quien me he de dar mis reyes, esclamaste; y levantaste sobre tu escudo á otro ommyada, á otro Abd-el-rhaman, hermano de aquel Mohammad que Hescham hizo decapitar al ascender por la segunda vez al trono.
Habia sido ya destronado el-Khassem, cuando su ejército, que habia salido poco antes contra Abd-el-rhaman, entraba en batalla con el de este ommyada, en quien cifraban tantos la esperanza de su patria. Venció Abd-el-rhaman; pero murió de un flechazo al acabarse ya el combate. Arrojó este hecho en la consternacion todos los ánimos.
Recobró aliento al entrar por sus puertas el jóven Abd-el-rhaman, último resto de la familia ommyada; mas hasta bajo esos mismos ommyadas tuvo dias de luto y de amargura.
Hayran, al sublevarse contra Aly, habia hecho proclamar califa en la ciudad de Jaen al ommyada Abd-el-rhaman IV, biznieto del magnánimo Abd-el-rhaman III. Muerto Aly, vió ya el nuevo príncipe franqueado el paso para subir al trono; mas no tardó en deber luchar con otros dos rivales poderosos que hubiera quizás vencido á no haberse conjurado contra él su desdichada suerte y el rigor de tu destino.
Sabida la desgracia de Yahhyay, reunióse el divan y eligió por sucesor á un ommyada llamado Hescham, que desde la decapitacion de su padre Mohammad vivia casi del todo ignorado en una fortaleza de Castilla.
Nuestra curiosidad artística habia llegado á desvanecerse: no buscábamos ya con los ojos esos monumentos en que ha de estar encerrado el genio de otros siglos; buscábamos los objetos en que podia estar vinculada una serie de acontecimientos; buscábamos la biblioteca de Merwan, la palma del primer ommyada, el plátano de César.
Palabra del Dia
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