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Y su beso era igual al de la espía, un beso absorbente que tiraba de toda su persona, haciéndole despertar... Al abrir los ojos, veía á Freya abrazada á él y con la boca junto á la suya. ¡Levántate, mi lobo marino!... Ya es de noche. Vamos á comer. Fuera de la casa, Ulises aspiraba el viento del crepúsculo, mirando las primeras estrellas que empezaban á brillar sobre los tejados.

¡Pobre fray Gabriel! dijo don Modesto, conmovido por los recuerdos que acababa de despertar su patrona . Todos los viernes de su vida vino al Cristo del Socorro para pedirle una buena muerte. Después de la de su bienhechora venía todos los días, porque ya no le quedaba más que aquel buen Señor, que le comprendiese y le consolase.

Estos pensamientos le dieron fuerzas para llevarse el dinero y abandonar la casa; pero en el tren aún duraba su inquietud, y el personaje, el diputado experimentaba un miedo instintivo al ver en las estaciones los tricornios de la guardia civil. Palidecía pensando en el despertar de su madre si casualmente se daba cuenta del despojo.

Además, si este trabajo prolijo, que ofrezco al público, contribuye tan sólo á despertar de nuevo la afición á la poesía española, aletargada hace largo tiempo, y á facilitar su más exacto conocimiento, será para , sin duda, una satisfacción y una recompensa.

Pero aquel rostro ofrecía una expresión tan triste y dolorida, que no pudo menos de gritar: ¡Marta, Marta!, ¿qué tienes?... Y el mismo grito que dio le hizo despertar. Marta seguía al lado del balcón, en la sillita baja, absorta al parecer en su tarea. Y, no obstante, el joven, aunque ya despierto, estaba convencido de que había lanzado un grito.

Es cuestión de nombres y de que diéramos en llamar dormir a lo que llamamos despertar, y acostarse al levantarse... ¿Qué razón hay para que no diga yo ahora mientras me visto: 'Maximiliano, ahora te estás echando a dormir. Vas a pasar mala noche, con pesadilla y todo, o sea con clase de Materia farmacéutica animal...?».

Se puso a observarla con ansiedad queriendo sorprender en sus ojos, en sus ademanes aquel odio que él mismo había trabajado por despertar. No era verdad, sin embargo. Clara no le odiaba, le despreciaba.

Intentando estaba el último esfuerzo sobrehumano para hacerme entender de aquel fiero tribunal, cuando me arrancaron de las garras del sueño unas cuantas sacudidas de Chisco que acababa de entrar en mi cuarto. Pues con verme así libre de tan angustiosa pesadilla, aún hallé cierta semejanza entre mi despertar y el del reo en capilla por la llegada del verdugo para vestirle la hopa.

El Conde levantó los ojos, y en el palco segundo de frente a la escena... en aquel palco, que era el suyo en otro tiempo, vio... ¡Ah! no se muere de placer ni de sorpresa, puesto que Arturo vive todavía... puesto que tuvo fuerzas y conservó bastante razón para exclamar: ¡Es ella! ¡Es Judit!... Pero al mismo tiempo permaneció inmóvil... sin atreverse a respirar... pues temía despertar de un sueño.

Ha sido una transformación lenta, pero irresistible: el campo me ha saturado con su calma; se me ha subido a la cabeza como una embriaguez mansa y dulce, y duermo y duermo, siguiendo esta vida animal, monótona y sin emociones, deseando no despertar nunca. ¡Ay Rafaelito! Como no ocurra algo extraordinario y el diablo tire de la manta, me parece que aquí me quedo para siempre.