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Actualizado: 1 de junio de 2025
Atención sostenida presté yo a estas y otras muchas razones del licenciado Lobo, el cual, para que nada faltara en su inexplicable benignidad y cortesanía, al tiempo de despedirme díjome que quizás pudiera proporcionarme algunas lecciones de latín, si me hallaba con ánimos, puesto que era tan gran humanista, de ganarme el pan con la enseñanza.
Yo la había visto tan hermosa y llena de vida, que parecía alentar en lo mejor de su edad, y de súbito, me dicen que ha desaparecido de mi vista para siempre: y precisamente cuando me preparaba a recibirla en mis brazos, cuando iba a proporcionarle la dicha de tenerme a su lado, después de haber cumplido a satisfacción mis deberes de hijo... ¡Ah!... ¡La separación era un hecho y un hecho terrible porque ni siquiera pude despedirme de ella! ¡Cuánto sufrí en aquellos días!
Después de dejar a Mabel en la plaza Grosvenor y de despedirme de ella, me volví inmediatamente a la calle Great Russell, y me hallé con que Reginaldo acababa de volver de su negocio de la calle Cannon. Procediendo en conformidad a la súplica de mi dulce y encantadora amiguita, no le dije nada sobre el desagradable y excitante incidente de la noche anterior.
«Queridísima Virtudes: ¡Cómo me habrás puesto, allá a tus solas! ¡Qué cosas habrás pensado de mí! Al despedirme de ti en Sevilla, muchas promesas; y después, si te he visto no me acuerdo. No te lo digo porque sea verdad, sino porque imagino que lo dirás tú cuando me tienes en la memoria.
¡Muchas gracias!... recuerde usted que no debe prevenir a Beatriz el momento de su partida. ¡Por supuesto!... pero podré despedirme de ella sin decirle nada, supongo. Eso sí... ¡claro está! respondió la vizcondesa.
Mi mujer dio la mano a todo el mundo, pero no abrazó más que a Isabel y a otra persona... ¿A que no saben ustedes cuál? A Paca, a la buena y valiente cigarrera, que tanto había contribuido a nuestra dicha. Yo me despedí con verdadera emoción de mis amigos, sobre todo de Villa, de Matildita, que había ido a la estación la pobrecita a despedirme con su hermano, y del duque de Malagón.
Venía una procesión de desnudos, todos descaperuzados, delante de mi tío, y él, muy haciéndose de pencas, con una en la mano tocando un pasacalles públicas en las costillas de cinco laúdes, sino que llevaban sogas por cuerdas. Penséme morir de vergüenza; no volví a despedirme de aquel con quien estaba.
»¿Tendrá razón su padre al decir que las emociones más perjudiciales son las que más apetece? »Al despedirme por la noche me hizo prometer de nuevo que al otro día la complacería tocando el famoso vals de Weber. »Ha pasado bien la noche última, durmiendo con un sueño más tranquilo y reparador que el de costumbre.
Y sin apartar de ellas los ojos profirió: ¿Vendrás mañana á despedirme? No respondió el mozo con firmeza. Haces bien. ¿Para qué llamar la atención de la gente? Y después de una pausa añadió tendiéndole la mano: Adiós, Nolo, que Dios te proteja como hasta ahora, que proteja á tus padres y á tus hermanos y al ganado que tenéis en la cuadra.
Quintanar al ver a don Álvaro suspiró, le tendió ambas manos, después de dejar un libro negro sobre la mesa y exclamó: ¡Oh mi queridísimo Mesía! ¡Ingrato! cuánto tiempo sin parecer por aquí... Vengo a despedirme. Me voy a dar una vuelta por las provincias, después a los baños de Sobrón y a mediados de Agosto estaré de vuelta en Palomares, por no perder la costumbre.
Palabra del Dia
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