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Actualizado: 1 de junio de 2025
Tengo forzosamente que ir a París, desde donde te escribiré. Lo que no puedo decirte aún es cuánto tiempo estaremos separados. Me ha faltado valor para despedirme de ti. Si te veo no me voy. El cariño que te profeso me autoriza, sin que puedas ofenderte, para pensar en ti, por si tardo en volver, y te dejo ese papelillo, que es un talón contra el Banco: puedes cobrarlo aquí o en Madrid.
Qué le hemos de hacer dije con cierta indiferencia; no querrás reformar las costumbres y las ideas de las pequeñas poblaciones... Sí que querría replicó Francisca exaltada. Es insoportable vivir aquí... Y esas historias sin fin sobre el prójimo, y esa malevolencia universal... ¡Qué horror! Cálmate, Francisca le dije al besarla para despedirme.
Lo primero que se me ocurrió caminando a casa fue marcharme al día siguiente sin ver a nadie ni despedirme. Pero después consideré que debía hacerlo, por lo menos, de Isabel y su padre, a quienes debía hartas atenciones, y me decidí a ir a esperarlos al día siguiente a la estación.
Si estuviese solo en el mundo, encontraría muy oportuno el despedirme de él antes de sufrir una disminución notable de mis facultades; pero tengo a esta pobre niña, esta rosa de invierno brotada en un tronco viejo y carcomido y que ha embalsado mis últimos días. Muerto yo, se queda sin familia y muy joven aún para vivir sola con un ama de gobierno.
Fueme necesario cortar de un golpe aquella eterna elegía y despedirme para siempre de ese antro en que había estado ocho meses. ¡Lo que es el mundo de malo! Al salir, los acreedores del patio, que echaban espuma por la boca, decían que don Eleazar había realizado quinientos mil duros de ganancia y que ellos se quedaban en la calle. ¿Quién podía creerlo?
Yo sentí oprimírseme el corazón, y cuando llegué a la calle, dos lágrimas, que me parecieron de sangre, brotaron de mis ojos y me corrieron por el rostro. Pocos meses después abandonaba el colegio donde había pasado años tan tristes. Martín, que ya había salido también, estaba con su familia en el campo y no pude por consiguiente despedirme de Valentina.
Si yo no diese la voz de separación, tarde o temprano la darías tú. Esta es la vida.... Hoy, todavía me encontrarás bonita: son las últimas llamaradas. Necesito despedirme de las muchas locuras que hemos hecho.... Pero siempre las recordaré con placer, te lo juro.... Tú reprensentarás en mi vida, tal vez la época más feliz... Seamos de aquí en adelante buenos amigos.
Muy bien, señor; ¿y si la señora duquesa?... Dí á Alvarado, mi secretario, que la diga que no he podido despedirme de ella porque he partido en posta con un encargo secreto del rey para la corte de Francia. Adiós. Que vuecencia lleve buen viaje. Poco después salió Esperanza cubierta con la capa del duque, y asida á su brazo entró en el coche.
Abuela, para ahorrar palabras dijo con gravedad : voy a pegarme un tiro, y antes he querido verla, despedirme de usted para siempre. La vieja se persignó. ¡Alabado sea el Señor! ¿Pero se había vuelto loco? ¿Qué le pasaba, para decir tales disparates?... Con ojos de asombro escuchó al nieto, que relataba sus miserias.
Al cabo, después de una larga pausa, Demetria dejó escapar un suspiro y como si saliese de un sueño exclamó: Bueno, Nolo: es hora ya de separarnos. No sé si tendré tiempo de ir á Lorío á despedirme de Flora y volver antes de la noche. Sí lo tienes. Mira; el sol está muy alto todavía. Demetria guardó silencio y permaneció inmóvil mirando por encima de la paredilla á las altas montañas de Mea.
Palabra del Dia
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