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Actualizado: 1 de junio de 2025


Y al dársela yo y al despedirme, ¿dejaría las cosas como estaban? ¿Levantaría un poquito más la punta del velo, o no la levantaría?

Se me figuró que al despedirme hizo un gesto de desprecio, ¡Dios mío, que estúpido soy! Agosto 2. Cuando creí que iba á encontrarla fría y seria por mi necedad de ayer, recibí la deliciosa sorpresa de hallarla más amable y jovial que nunca. Jamás se acaba de entender á esta clase de mujeres; pero estos vaivenes y misterios son los que más encienden el amor.

Y todos se sentaron a jugar, sin hacer más caso de ... Erré solitario como una ánima en pena, de un lado a otro, de mesa en mesa, sin saber dónde ocultar mi ignorancia y mi vergüenza. Hubiera deseado que me tragara la tierra, porque la empresa de interrumpir a aquellos fanáticos para despedirme era harto difícil. Y tanto, que al fin salí huido como un ladrón...

La palabra es fuerte y seguramente impropia... Cuando conozcas mejor las finuras de la lengua francesa... Echarme o despedirme, todo es lo mismo dijo Juana con sorda vehemencia. Pero, en suma, ¿qué ha pasado entre mi madre y ? La señora de Candore me ha dicho sencillamente que por motivos personales, estaba precisada a privarse de mis servicios. ¡Diablo! exclamó Raúl mordiéndose el bigote.

Yo he tenido muchas y muy interesantes aventuras de viaje, y una de las que más recuerdo es mi encuentro á una legua de Reims con un paladín francés con quien combatí cerca de una hora. Rota su espada, me dió con la maza tan terrible golpe que caí maltrecho y no pude despedirme como deseaba de aquel valiente campeón, ni preguntarle su nombre.

Y usted, Asunción, a quien sin duda debo haber ofendido, según el encono con que me mira, adiós también. La infeliz se deshacía en lágrimas. Había solicitado de usted el último favor, una entrevista para despedirme de la que tanto he amado, pero no espero conseguirlo.

Poco después, como tratase de despedirme de él para unirme de nuevo a las monjas, me retuvo por el brazo. ¡Vamos, hombre, no haga usted más el oso! dijo riendo. ¿No le parece a usted que basta ya de guasa? ¿Cómo guasa? exclamé confuso. No contestó y seguimos paseando. Al cabo de unos momentos, la vergüenza que se había apoderado de , hizo lugar a la cólera.

Felizmente, yo, al entregarla en la puerta, había tenido la previsión de despedirme de ella tiernamente para toda mi vida. ¡Oh, previsión oportuna!

Iba ya a despedirme, acordándome de la recomendación de mi novia, cuando creí escuchar ruido de dinero y murmullo de gente arriba. ¿Qué hay arriba? pregunté a uno. Timbirimba. Si usted quiere echar una miraíta, suba usted esa escalera. Aunque no soy jugador, siempre he tenido alguna inclinación a los naipes.

Quisiera hacer como todos hoy pensaba el joven, reirme, gozar... ¡parece que soy yo solo el triste y el desgraciado! ¡ay, no! que están mis viejos, que ya no volverán a reír ellos tampoco... ¿por qué he tomado esta calle? iré por el río, es más solitario... pero, antes, pasaré por casa de Susana, quiero despedirme de ella: ¡cuántas veces he seguido este camino! en esta cigarrería entraba a comprar cigarros, en aquella esquina me esperaba el italianito vendedor de diarios: daba luego mis tres paseos frente a la casa de Esteven: ella, en el balcón o detrás de la celosía, me miraba y me sonreía, y así que desaparecía, me iba al escritorio de Jacinto, y después a la Bolsa, ¡la Bolsa! ¿por qué habré pisado la Bolsa? no me vería en la que me veo.

Palabra del Dia

rigoleto

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