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Actualizado: 28 de junio de 2025


Ya oyó usted ayer que confía sus papeles a Máximo; esas cartas están, sin duda, comprendidas en ellos. El señor Cosmes conoce mi letra... Pero las cartas deben de estar metidas en un sobre... ¿Qué yo? Además un sobre puede abrirse, romperse... Basta una casualidad que ocurre siempre en estos casos. Aunque así fuese, Máximo no abusaría del secreto que descubriese. ¡Ah!

Al conde le horrorizaba tal medio; todos sus escrúpulos religiosos se sublevaban a la vez; además tenía miedo de que un accidente casual descubriese aquellos amores y aquella profanación. ¡Qué escándalo! Amalia se reía de sus temores como si las consecuencias terribles no hubiera de pagarlas ella. Era una mujer que tenía confianza absoluta en su estrella.

Llegó, y antes de poner aquella llave que tan cara, y al mismo tiempo tan dulcemente había comprado, se estremeció, dudó, retrocedió: temía que un accidente cualquiera denunciase, descubriese aquella su entrada subrepticia casa de la duquesa: pero el duque de Osuna, don Pedro, no retrocedía tan fácilmente; antes que dejar abandonada á misma á la duquesa, arrostró por todo: confiaba en su nombre, en su fama; ya en su juventud, don Pedro Téllez Girón era un magnífico grande, á quien se respetaba poco menos que al rey.

El cariño que tía y sobrina se profesaban era prueba indudable de la buena índole de ambas: las atenciones y el mimo que Julia prodigaba a doña Carmen contribuyeron mucho a que Ruiloz descubriese en la primera las cualidades que, hábilmente dirigidas, pueden ser la base de un hogar dichoso.

Fray Facundo se tapó los oídos y exclamó en un arranque de coraje: Con todo respeto, señora duquesa.... Yo no puedo oír tales cosas.... Aguardó la señora a que el obispo descubriese las orejas, y dijo: No me vengas, Facundo, con escrúpulos de monja. Si no quieres oírme, rebáteme con razones sensatas, y yo me callaré. De lo contrario, tendré que pensar que eres un estúpido o que estás obcecado.

Algo había en él de ridículo, pero estaba tan hondo y bien disimulado, que era menester penetrar mucho para que se descubriese. Tenía él cerca de setenta años, pero no estaba ni muy grueso ni muy flaco, era ágil y esbelto, no se pintaba la cara ni se teñía la barba ni el pelo, cuya limpia blancura despedía resplandor argentino.

Pero, con todo esto, me consuelo; porque, en fin, en cualquiera figura que haya sido, he quedado vencedor de mi enemigo. -Dios sabe la verdad de todo -respondió Sancho. Y como él sabía que la transformación de Dulcinea había sido traza y embeleco suyo, no le satisfacían las quimeras de su amo; pero no le quiso replicar, por no decir alguna palabra que descubriese su embuste.

Porque aquellos terribles papeles con que su presencia de espíritu y su enérgica audacia habían anonadado al farsante, eran simplemente tres o cuatro cartas de sus administradores que en el cajoncito del secrétaire estaban guardadas. El hecho vergonzoso era cierto, mas las pruebas no existían, y muerta la Peñarrón, único cómplice, dos años antes, imposible era que Jacobo descubriese ya el engaño.

Convinieron en ponerse al trabajo desde la mañana siguiente. Quiso la desgracia que al otro día Primitivo descubriese en un maizal próximo un bando entero de perdices entretenido en comerse la espiga madura. Y el marqués se terció la carabina y dejó para siempre jamás amén a su capellán bregar con los documentos.

Nada había en él que descubriese su origen napolitano, y se hubiera dicho que sus antepasados le habían legado, con armas y bagajes, la vieja virtud de la España heroica. Era un joven serio, rígido, frío, algo engreído, con un corazón de fuego y un alma apasionada. Hablaba poco, siempre después de larga reflexión, y nunca había mentido.

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